Reportaje | El incendio del primer teatro coruñés que pudo cambiarlo todo

Reportaje | El incendio  del primer teatro coruñés que pudo cambiarlo todo
Vista de San Agustín desde la plaza del Humor | quintana

El 28 de marzo de 1804 ardió el Teatro de Comedias, también conocido como “El Coliseo de la Ciudad”. Estaba situado junto a la muralla que cerraba el Campo de San Agustín (lo que hoy es la Plaza del Humor). Había sido levantado en 1770 por iniciativa del empresario italiano Nicolás Settaro y fue el primer teatro estable de la urbe herculina.


Durante la reunión de la Junta Municipal del 20 de abril se aborda el asunto desde un punto de vista curioso. El alcalde plantea que “para remediar la desgracia que sobrevenía al actor Bartolomé Alegre” debido a la “falta de lugar en donde representar con su Compañía” y también “para evitar que los individuos se diesen a la vagancia” hay que proporcionar a este señor “un sitio entre Murallas para hacer un Coliseo provisional”. Indica además que, para este fin, el Hospital de la Caridad ya había dado 10.000 reales en calidad de reintegro.  


La junta, atendiendo la exposición de su presidente, acuerda “contribuir a la verificación de tan útil pensamiento con el objeto de “proporcionar al público la diversión cómica”. De este modo, se aprueba entregarle a Bartolomé Alegre “8.000 reales de gastos eventuales, los cuales reintegrará a la Junta y a su tesorero semanalmente a razón de 35 reales diarios, desde el instante en que den principio las representaciones hasta su conclusión”. Se trata de una ayuda para que pueda construir un teatro provisional donde su compañía pueda representar obras. 


El 30 de julio de dicho año 1804, la Junta Municipal acuerda que el arquitecto Fernando Domínguez Romay reconozca las paredes del Coliseo incendiado “y disponga lo conveniente a su seguridad, a fin de evitar todo perjuicio al público” y, si procede, dé orden de inicio de los trabajos “y el contador firme los libramientos contra el caudal de propios”.


En esa misma fecha, Francisco Vaamonde, Portero de la Real Junta de Policía, hace saber “al empresario de las Comedias” (es decir el ya citado Bartolomé Alegre) que, desde ese día, “ha de entregar semanalmente al Tesorero de Propios y Arbitrios 245 reales, hasta reintegrar los 8.000 reales”. Finalmente, el nuevo Coliseo no será tan provisional como se había pensado. Debido a la situación económica reinante subsistió hasta 1823, cuando resultó destruido durante el asedio al que fue sometido la ciudad ese año por parte de las fuerzas absolutistas hispano-francesas. 


Servicio de urgencias 

Este incendio pudo cambiarlo todo en lo relativo a la ciudad y la respuesta a los fuegos. Es decir, se podría haber decidido crear un servicio antiincendios, pero no fue el caso. ¿Por qué? En aquel tiempo las urgencias eran muchas, pues había mucha necesidad de todo tipo, y el caudal económico muy escaso. 


No hubo dinero ni para esto igual que no lo hubo para hacer un nuevo teatro que sustituyese al provisional.  De este modo, la ciudadanía asumió que el fuego era algo con lo que había que convivir. Se acudía a su extinción con los medios que hubiese y solo dependía del azar que los siniestros que a menudo se producían en la población no acabasen en  tragedia. 


Tendrán que pasar algunos años hasta que, por fin, se plantee someramente la formación de un servicio contra incendios. En 1818 se aborda este asunto por parte de la municipalidad, es decir, el Ayuntamiento baraja la necesidad de tener un servicio de Bomberos, al igual que acontecía en otras relevantes ciudades. Así, en el pleno del 6 de junio de dicho año, y después de un incendio acaecido en el Campo de la Leña en el que se echó en falta una bomba para apagarlo, se aprueba por unanimidad de todos los concurrentes el instaurar el servicio. En la sesión del 18 de agosto, el pleno da cuenta de un oficio del Intendente general del Reino relativo a dos nuevas bombas de incendios que se están fabricando y a la recomposición de una vieja.

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