El 15 de julio, el Ayuntamiento dirige un comunicado al Gobernador civil indicando que se hacía necesario reparar la Bomba de Incendios y hacer dos nuevas. La Contaduría Principal indica la urgente necesidad de su reparación. El Ayuntamiento tiene la experiencia de lo útil que son las Bombas para apagar incendios en poblaciones grandes, no bastan las medidas del Gobernador civil y militar, dirigidas a atajar un elemento y precaver los resultados que origina la confusión que se experimenta.
Se nombra un sujeto inteligente e instruido en la hidrografía, que pase al reconocimiento de la Bomba vieja y alcance del costo que podrá tener la reparación, a lo que podría ascender la construcción de dos nuevas, siendo capaz para el desempeño Andrés Díaz, ayudante de construcción del Departamento del Ferrol y teniente en esta plaza, quién deberá formar el plano de la referida máquina, a fin de que se sirva aprobar el gasto que origine la formación de la Bomba compuesta, se instruya el expediente y pueda dirigirse al Consejo, por medio de la Contaduría General, para su Superior aprobación.
Proponiendo, se sirva disponer Andrés Díaz, la única Bomba que tiene esta ciudad, para que proceda a su reconocimiento. Llevado a efecto el 3 de agosto, en que emite un interesante informe: “Reconocida la Bomba de apagar Incendios de esta ciudad, la cual tiene inutilizada la manguera de cuero, es de absoluta necesidad para dirigir el agua, los émbolos y válvulas, son inútiles, su reparación con otras pequeñas cosas, ascenderán a 600 reales de vellón. Encargando a Vicente Raíz, único maestro en este pueblo, para la mejora y seguridad de la máquina. El costo de cada máquina nueva, se estima en 3.600 reales de vellón, por ser sus piezas de bronce o cobre. En los Arsenales de Marina de Ferrol debe haber alguna sobrante y podrá comprarse por menor cantidad ó bien la que tiene Juan de Larragoiti, del comercio de esta ciudad, que vende en 2.100 reales de vellón. Een caso de usadas, deben reconocerse y después depositadas en lugar adecuado, evitando su deterioro, por falta de precaución”.
Poco se debió usar la bomba de apagar incendios, pues el 19 de enero de 1822 se habla de hacer arreglos sobre una carreta de cuatro ruedas y hacer la reparación de las demás faltas que se notaban, así como pintarla, ascendiendo su costo a 800 reales.
Durante el cerco francés a la plaza de la Coruña del 6 de agosto de 1823, que duró un mes, Ramón Diago levanta un informe referente al incendio de la Fábrica de Pedro Marzal, por parte de los franceses, diciendo: “Se encaminaba a la fábrica de Pedro Marzal, acompañado de la bomba de incendios donde se necesitaba de su cooperación, se halló sólo con Manuel de Torres y Gonzalo da Guarda, (padre de Eusebio da Guarda) auxiliando a lo poco que podían hacer, hasta el amanecer de hoy día 7 de agosto, sí muchos de los que faltaron se vieron obligados a defender sus casas de las bombas de los franceses, que caían, por doquier”.
Diago había acudido, acatando la orden del comandante militar de la plaza, Francisco Novella, quien avisa que la cordelería de Marzal se encuentra en llamas y necesita con urgencia los socorros para poder apagarlo, si no se acudía a tiempo se propagaría al almacén, donde estaban los granos de trigo depositados en aquel paraje y se hallaban los hornos de la Provisión, denominada como Panadería de Intendencia.
Días más tarde, Marzal dirige una carta a Agustín Marqueli, alcalde primero del Ayuntamiento de la Coruña en aquellos delicados momentos, su más profundo sentir por haber quedado aquella fábrica en la ruina total. Cuando estaban las personas apagando el fuego que las había llevado el teniente Rey, una granada enemiga cayó entre aquel grupo hiriendo a cuatro de ellas, la mayoría evitó el seguir en el recinto en aquellas labores de extinción por temor a perder la vida, alcanzando el fuego las maderas, cáñamo y alquitrán allí depositados. El fuego fue muy violento y no hubo forma de poder contenerlo.
“Cómo Alcalde de barrio ¿De qué me servía tal investidura, en una noche en que todos los vecinos, huían de él a refugiarse a un paraje en que sus vidas y las de sus familias estuviesen a cubierto del cañón enemigo? Yo creo, llegó el caso, de establecer una compañía de carpinteros, canteros, albañiles y pontoneros, destinada a apagar incendios con pipas de agua y de arena, cántaros, serones, hachas, etc. Para acudir a donde fuese preciso, sujetos de un jefe, trabajasen con orden y método. Cortando de raíz los enormes desordenes en semejantes casos, el vecino que por desgracia se le incendiase la casa tendría el consuelo de verla entregada en manos de hombres de confianza”.
Marzal proponía la creación de un cuerpo contra incendios, como hoy es el de Bomberos. Vendrán las primeras instrucciones de la mano de una Cédula del Real y Supremo Consejo de Castilla, sobre la aprobación de las ordenanzas para el régimen del Gremio de mozos trabajadores y carreteros de ribera de esta ciudad. Dando cuenta que su número sea de 60 individuos, no siendo mayor del señalado, y han de residir en la ciudad para que se repartan el trabajo de efectos de Artillería, concurrencia a incendios, levantar cadáveres y cualquier necesidad pública del Gremio.