Los judíos estarían asentados en A Coruña desde finales del siglo XIII, cuando llegaron a la ciudad los primeros grupos de expulsados por el rey Eduardo I de Inglaterra. Más tarde, en 1306, hizo acto de presencia otra expedición, con exiliados procedentes Francia, mediante una real orden de Felipe IV.
En el siglo XV ya contaba con un barrio judío en los arrabales. Estaba situado en el lugar de “Arrabiada”, en Nelle, cercano a Santa Margarita, que comprendía una amplia zona entre A Palloza, Cuatro Caminos y la denominada Isla de los Judíos, en las cercanías de donde se asentará primero el edificio de Correos de Indias (que contaba astillero de barcos y almacenes) y más tarde la Fábrica de Tabacos. Hay que tener en cuenta que el puerto coruñés se desarrolló por el comercio que ejercía con naciones donde era importante la comunidad de origen semita. En la Pescadería seguramente regentasen negocios y en la Ciudad Alta habría una sinagoga.
¿Dónde estaba ese lugar de culto? Es probable que fuese en la calle denominada de la Sinagoga, situada en la casa hoy señalada con el número 4 (5 antiguo) y que ha sido adquirida recientemente por el Ayuntamiento. También ahí estaría la sede del Tribunal Rabino, institución encargada de repartir justicia con arreglo a las leyes semitas.
La conclusión es que tuvo que ser una colonia importante y preparada intelectualmente. El intelectual judío Moisés Ibn Zabarah compuso en 1476 una Biblia escrita en hebreo, que fue iluminada por el hebreo coruñés José Ibn Hayyim, mediante el encargo efectuado por otro, asentado en el Reino de Portugal, conocido por “José de Braga”. Esta joya universal, conocida como “Biblia de Kennicott” porque toma el nombre del bibliotecario y párroco que la compró 1771, se encuentra depositada en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Probablemente se compuso en la misma escuela de la sinagoga. La preparación de esta comunidad coruñesa queda demostrada por sus, intercambios en las áreas de la cultura, las artes y los negocios. Actuaban de banqueros, recibiendo remesas, giros y pagos.
Una comunidad activa, adelantada a su tiempo, cuya expulsión supuso un error histórico. Con su marcha la ciudad inició una decadencia económica. Tardaría mucho en recuperar la vitalidad y el desarrollo alcanzado hasta aquel preciso momento.
Hay que pensar que era una ciudad realenga donde no podían entrar nobles y clérigos, salvo los de Sobrado.
La actividad se desarrollaba sin estar sujeta a estos poderes, solo rendían cuentas al rey, su señor, como el resto de los coruñeses.
Si las consecuencias de la expulsión fueron palpables para la ciudad coruñesa, para el Reino de España fueron más que evidentes.
El decreto firmado por los Monarcas Isabel y Fernando les otorgó un plazo de tres meses para abandonar España en compañía de sus familias. Sus actividades abarcaban todas las ramas económicas: entre otras, comerciantes al por mayor y menor, sastres, joyeros, banqueros, tejedores, armadores de barcos, recaudadores de impuestos, profesionales de las artes gráficas, pintores, médicos, pensadores, abogados y otras muy diversas. Con aquella gente se fue una parte importante de la sociedad más culta y mejor preparada en sus respectivos campos..
En recuerdo de su existencia, en el arrabal de la ciudad extramuros (al tener prohibido vivir en el interior de la ciudad amurallada) se conservaron los nombres de las calles de “Arrabiada” (hoy, Juan Castro Mosquera) y “Travesía de Arrabiada” (hoy, Alcalde Soto González). También existe el arroyo de los judíos, que discurre por Nelle, Antonio Viñes, La Paz, y desemboca en A Palloza, próximo a la isla denominada “de los judíos”. Mientras, en la Ciudad Alta pervive la calle Sinagoga, donde se halla la probable edificación dedicada a templo religioso. Entre otras instalaciones contaría con una especie de baño ritual para la purificación personal dotado con dos escalinatas, una de bajada y otra de subida, de siete escalones. Un manantial que surge en ese punto, con unas medidas específicas, permite hacer pensar que podría tratarse de de una mikvé. Para algunos es una cisterna, pero de ser así qué sentido tendrían las escaleras, pues no son precisas. La futura exploración arqueológica acreditará si se trata o no de un tradicional baño judío..l