Roberto González-Monjas (Valladolid, 1988) dice que nació con el violín debajo del brazo. La música lo acompañó desde pequeño, siendo a veces “la herramienta que tenía para expresarme cuando no tenía palabras”. Con el tiempo, su visión y pasión por entender la música lo fueron acercando a la batuta, aunque reconoce que tuvieron que ser las voces de su alrededor quienes le dijeran eso de “¿tú no ves que vas a ser director?”.
Desde la próxima temporada, 2023-2024, será el director titular de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), una formación a la que “empecé a estar vinculado cuando tenía 16 años”, ya que pasó por la Joven como violinista, hasta que Víctor Pablo Pérez, tras verlo tocar, lo llamó para la profesional, en la que fue concertino.
A Coruña lo recibió y abrazó cuando llegó con tan solo 16 años. “Cuando uno es adolescente, las cosas impresionan aún más”, explica mientras recuerda que llegar a la orquesta joven de la OSG en aquel momento, junto “a tantos jóvenes con los mismos sueños” fue ya “una primera vez muy importante”. Ahí tuvo también la oportunidad de descubrir a la formación profesional en directo, “recuerdo escuchar a la OSG y decir: ‘qué sonido, que increíble’”.
El tiempo, las amistades y el aprendizaje de la adolescencia marcan y González-Monjas destaca que la experiencia en A Coruña “tuvo un significado emocional muy importante”.
El músico vallisoletano recoge la batuta que el pasado año dejó Dima Slobodeniouk, un director del que destaca su “concentración y humildad frente a la música, algo que admiro y que ha hecho que la orquesta explore repertorios muy interesantes”.
Antes, la batuta la ostentaba Víctor Pablo Pérez, con quien tocó como concertino. “Fue una persona que me apoyó muchísimo”, dice y recuerda “su trabajo, muy consciente de mantener la calidad de la orquesta, lo admiré mucho por ser una persona que se preocupaba porque la OSG siguiera sonando bien cada día de su existencia”.
Es muy importante saber cuando le soy útil a la orquesta, cuándo insisto demasiado, cuándo necesitan tiempo...
Dima y Victor Pablo “han sido muy beneficiosos para la OSG, estoy entre encantado y asustado de meterme en los zapatos que han dejado ambos”, comenta.
El pasado 2021, el músico vallisoletano ya se puso a los mandos de la OSG, y lo volverá a hacer los próximos 16 y 17 de diciembre, momento que aprovechará para empezar a trabajar con el comité artístico, con la gerencia y acercando su propia visión artística.
González-Monjas explica que la primera “será una temporada de transición” en la que buscará que él y la formación se conozcan. Destaca que uno de los aspectos más importantes será buscar estilos, contextos y solistas para ver “qué nos gusta hacer juntos, en qué nos gusta meternos, qué es necesario y qué accesorio”.
En la actualidad, trabaja, principalmente, en Suiza y Suecia, pero asegura que el cambio no tiene por que ser difícil o diferente: “la OSG es famosa por su profesionalidad y por su calidad; en todo caso, disfrutaré mucho”.
El director asegura que la relación entre el titular y los músicos es intensa, íntima y de confianza, “construir esa relación me llena de emoción y motivación, sobre todo en una orquesta llena de personas a las que quiero”.
Precisamente, el aspecto psicológico lo ve como clave, “es muy importante saber cuándo le soy útil a la orquesta, cuándo insisto demasiado, cuándo necesitan tiempo... la parte de psicólogo es muy importante, porque el aspecto humano es lo que hace que luego la música sea mágica”, concluye.