Establecerse en un sitio preferente y preferido en la escala nostálgica de varias generaciones, y sin embargo seguir con una asombrosa vigencia atrayendo a las nuevas es quizás el mayor motivo de celebración para El Rincón del Pirata, un enclave de la Ciudad Vieja icónico en muchos sentidos y que, al igual que el resto de A Coruña, hoy vive su día grande: en pleno epicentro de los festejos del Rosario soplará las velas de su 30 aniversario. Lo hará, como cada fin de semana, con un lleno garantizado.
Pocos lo conocen por su nombre real y aún menos acertarían su ubicación oficial. La realidad dice que El Rincón del Pirata se encuentra en el número 20 de la calle de las Damas. En la práctica, para los coruñeses entre 20 y 60 años, a ‘Los Paletos’ se accede por la calle de la Zapatería. Y es entre esas dos denominaciones como se escribe su historia: comenzó como hamburguesería con chupitos en un pequeño local de nueve metros cuadrados, se mudó al número 4 de la calle de la Zapatería y terminó por regresar al enclave original en versión ampliada. Fue entre los dos últimos movimientos cuando nació el ‘brebaje’ estrella: el paleto. “Una noche llegaron unos chicos y nos preguntaron si, en un vaso de tubo, podría poner una mezcla con ron, tequila y ginebra, y que en el otro les pusiera Sprite. Empezaron a servirse y dar golpes y acabaron por venir todo el verano”, explica Mónica Suárez, que junto a su hermano José Antonio lleva desde los primeros tragos al pie del cañón. “No era muy cómodo ni práctico, así que compramos una jarra y un paño para que no se mojasen al golpear; era un trago algo rudo, así que empezamos a hacer combinaciones para mejorarlo”, añade la hostelera, que guarda con celo su fórmula mágica: “Primero el de al lado vio al lado y así empezó a verse como algo para compartir sin tener que beber todos del mismo vaso. No tiene ningún secreto, pero sabe diferente en función del sitio”, advierte.
Sólo restaba entonces por ‘bautizar’ a la criatura. Y de eso se encargaron Aurora y Pepe, los padres de Mónica y José Antonio y la verdadera razón de ser del Rincón del Pirata. “El nombre se lo puso mi madre, porque decía que era tan peligroso como un paleto: entra suavecito, pero cuando se levanta te deja ver su verdadera forma. Aurora y Pepe, mis padres, fueron los primeros en probarlo”, comenta en referencia a los dos emigrantes retornados de Venezuela que encontraron en la hostelería una forma de seguir ganándose la vida.
El tiempo ha convertido a Mónica y José Antonio en los Aurora y Pepe de antaño. Por el otro lado de la barra siguen pasando los otrora adolescentes, ahora convertidos en padres y clientes fieles, aunque más esporádicos. “El local no es nuestro, es suyo; creemos, como decían mis padres, que este es un local para los clientes”, advierte la ahora propietaria.
Empieza a asumir Mónica la posibilidad de alcanzar las Bodas de Oro. “No sabría vivir sin la gente”, subraya. Antes de soplar las velas, sólo se acuerda de sus ‘piratas’. “Simplemente gracias, todos somos parte de la familia”, finaliza.