Una de la zonas más distintas del ocio de la ciudad se quedará el próximo 12 de agosto sin uno de sus locales con más personalidad. Es la fecha de caducidad de Ummagumma, un establecimiento a medio camino entre el bar de picoteo y el pub de primera hora, aderezado con rock psicodélico, cine de culto y estética predominantemente rojiza.
La razón escapa a la predominante entre los fines de ciclo y, en este caso, se trata de un problema más estructural: el nuevo propietario del inmueble no contempla para el futuro del edificio la actividad hostelera en su bajo. “Se va a vender y a rehabilitar el edificio y nosotros solamente tenemos palabras de agradecimiento para la propiedad de estos ocho años”, afirma Diego Veiga, copropietario junto a su inseparable Sergi Antón. “Desde enero hemos estado buscando algo en la zona, pero tal como están los bajos no nos lo podemos permitir”, añade.
No cumplirá la década de vida un establecimiento hecho desde la nostalgia de los bares de los 90 y que ha calado hondo no solamente entre su clientela, sino también entre los vecinos, que no competencia. “Montamos una pequeña familia”, dice una propiedad a la que le queda poco más de un mes para seguir llenando un nicho de local que queda vacío.