Dicen que entrar en el Cuerpo es como entrar en una familia. En el caso de la Policía Local de A Coruña, puede ser al revés: actualmente hay cinco casos de padres e hijos que prestan servicio en la Jefatura de Orillamar. Eso, sin contar con casos de hermanos, que son seis. No está mal, teniendo en cuenta que son 328 efectivos. Muchos de los nuevos agentes que se han incorporado en las últimas ofertas de empleo público son coruñeses que han visitado las dependencias policiales de niños (de la mano de sus padres, se entiende) y ahora patrullan las calles con sus progenitores.
Uno de estos casos es el de los Aceña, Manuel (55 años) y Sergio (26). Este último aprobó las oposiciones en 2020, en Narón. En cuanto al primero, cuesta distinguir detrás de la barba canosa al que fue en su día, con 21 años, el empleado municipal más joven de A Coruña.
Sergio admite que le resulta algo extraño trabajar con su progenitor. “Al final, compartir el puesto de trabajo con tu padre es gratificante. Pero, a ver: nosotros trabajamos en el mismo turno pero tampoco vamos en el mismo coche”, explica. Por su parte, el veterano Aceña reconoce que siente un “cierto dilema”: “Te trabaja algo más la cabeza al saber que tienes a tu hijo en la profesión y que está viviendo lo que vivimos nosotros a diario”. Y enseguida añade: “Tengo confianza en él, es un motivo de orgullo”.
Claro que no deja de ser una sensación extraña ver al mismo niño al que cambiabas los pañales convertido en un agente de la autoridad. En esto, el joven Aceña coincide: “No estás acostumbrado a verle de esa manera”; por su parte, su padre añade que es como “juntar dos mundos” porque se ven de paisano, en casa, y de uniforme, en el trabajo. En cuanto a su madre, Sergio comenta que “ella está muy contenta. Le hace mucha ilusión el que estemos juntos aquí”.
Este Aceña reconoce que nunca tuvo dudas de que se convertiría en policía local y no de cualquier ciudad sino de A Coruña: “Alguna vez tengo estado aquí cuando era pequeño y ver todo esto como que te impresiona. La gente con los uniformes, los coches...”.
Su padre es un veterano motorista y él admite que también le gustan las motos, incluso tiene una, así que no descarta patrullar un día sobre dos ruedas. “Lo llevo en la sangre y se nota. Soy como una copia de él”, se ríe mientras le mira.
Aprenden el uno del otro. El padre asegura que, hoy en día, salen muy preparados de la Academia Galega de Seguridade. El hijo no tiene problema en admitir que “la experiencia de la veteranía no te la enseñan en la academia”. “De allí vienes bien formado, pero todo eso es la teoría, y luego viene la práctica de la calle –explica–, la gente veterana, lo que sabe lo aplica muy bien”.
Aceña padre confiesa que no le sorprende que su hijo siguiera sus pasos: “Nosotros tenemos antecedentes familiares que se remontan a mi bisabuelo y continúa la familia entre Policía Nacional y Local. El tatarabuelo, un tío abuelo, un tío político, un primo mío, otro primo segundo...”. Además, ahora, como hay una gran renovación de plazas, se suele animar a los amigos y familiares a presentarse.
Siempre que se tenga vocación, la de policía puede ser una profesión muy atractiva. “Lo que más te satisface es ayudar a la gente. Este trabajo tiene cosas feas, pero el resultado es positivo. A mí me gusta el trabajo diario, patrullar, porque hay una incertidumbre, la gente es diferente siempre”, explica Sergio.
“Todos los días son diferentes”, concuerda su padre. A veces, coinciden en alguna intervención para prestarse apoyo y Manuel tiene la ocasión de observarle. “Lo hace perfecto”, asegura.