Reportaje | La ilustre estatua que desde hace ‘solo’ cuarenta años apunta a El Pasatiempo de Betanzos

Reportaje | La ilustre estatua que desde hace ‘solo’ cuarenta años apunta a El Pasatiempo de Betanzos
La estatua de los Irmáns García Naveira preside la plaza de O Campo desde el 10 de abril de 1983 | Patricia G. Fraga

En algo más de un mes se cumplirán cuarenta años del traslado de la estatua de los Hermanos García Naveira al centro de Betanzos. Porque, en contra de lo que algunos creen, Juan María y Jesús no estuvieron siempre en O Campo. Desde su emplazamiento original, su ‘amado’ Parque de El Pasatiempo, el índice de la mano izquierda de Jesús apuntaba a las escuelas y al asilo, en la actual avenida de García Naveira. Mientras, Juan lleva a su oído derecho lo que parece un teléfono candelero, el más común hasta 1920.


El 10 de abril de 1983, en cumplimiento del acuerdo adoptado meses antes por la corporación municipal y en el marco de una serie de actos organizados con motivo del 50 aniversario de la muerte del menor de los dos, se ‘reinauguró’ el monumento en la plaza de su mismo nombre y, desde entonces, desde su ‘atalaya’ de mármol, señalan El Pasatiempo.
 

El entonces alcalde, Vicente de la Fuente, se dirigió en estos términos a la ciudadanía de Betanzos: “Que sus acciones nos sirvan de norte y guía para que nuestros hijos puedan sentirse orgullosos de sus padres, como ahora nosotros nos sentimos de los Hermanos García Naveira”.


En su intervención, el mandatario detalló todas y cada una de las obras con las que obsequiaron a Betanzos. Desde las escuelas y el asilo a El Pasatiempo, pasando por el ‘refugio’ o el lavadero público de As Cascas. Con ellas “combatieron las carencias de la época en los tres estadios de la vida”, continuó De la Fuente. 

Desde la niñez, a la que ofrecieron enseñanza, a la Tercera Edad, que pudo disponer de instalaciones, servicios y asistencia apropiados, y a los adultos en activo, a los que  proporcionaron una ocupación, con sus oportunidades y su salario, durante la construcción de los distintos inmuebles y del Parque de El Pasatiempo.


A todos –a cualquier ciudad y a cualquier individuo– nos vendrían bien unos Hermanos García Naveira en nuestras vidas, “en nuestros comportamientos, en nuestras actuales instituciones”, como advirtió, hace solo unos años, Jaime Lafora, uno de los bisnietos de Juan María. 

 

Más cultura, más educación y más servicios; más compromiso y respeto, y más capacidad económica y social a través de un empleo como los que ellos crearon a comienzos del siglo XX. Porque, como escribió el después alcalde Tomás López Datorre –asesinado por los golpistas a los tres meses de iniciarse la contienda– al morir Don Juan en 1933: “Fue el filántropo por antonomasia que, frente a la típica sordidez del capitalismo local, destacó por su generoso desprendimiento ininterrumpido”, publicó en un artículo, en que añadió: “Dignificó el dinero (...) pródigo millonario, a nadie lastimó con sus riquezas, antes procuró aliviar con ellas las dolencias y desigualdades humanas”. Así era Juan María García Naveira.

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