Esos a los que no se puede llamar afición

Esos a los que no se puede llamar afición
Ultras del Málaga

Los radicales nos sobran. En la sociedad en general y en el deporte en particular. Una horda de violentos que cruza España con el pretexto de apoyar a su equipo de fútbol pero llega con un plan para sembrar el terror en la ciudad no puede llamarse afición. Mancha el nombre de los que sí sienten los colores y cuando van al campo es para emocionarse con el juego de los suyos. Esos otros de los que hablamos, los que tienen más de banda organizada que de hinchada de un club, son la parte podrida del sistema, la que es necesario extirpar para que no se corrompa el órgano completo. Y no es tarea fácil, sobre todo porque ni siquiera podemos estar seguros de que todas las partes implicadas tengan el mismo objetivo. Ya sabemos que a algunos les compensa tener un grupo que lleve la voz cantante, literalmente, aunque haya que mirar hacia otro lado cuando vuelan los cuchillos. Ojalá se den cuenta del error antes de que sea demasiado tarde.

Esos a los que no se puede llamar afición

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