“Los gallegos no tienen fama de graciosos”, desliza Ione Belarra en una intervención durante la comisión del Congreso que investiga la operación ‘Cataluña’. Se lo dice a Mariano Rajoy, que se abstiene de explicarle la diferencia entre contar chistes y tener humor. También podría haberle hablado a la dirigente de Podemos de los textos de un tal Julio Camba, de la ironía de un tal Wenceslao Fernández Flórez, o, si lo suyo no es leer, de los espectáculos de Moncho Borrajo, Carlos Blanco, Luis Piedrahita, Xosé Antonio Touriñán, David Perdomo, Carolina Iglesias... A poco que conozca de la cultura que hay más allá de su entorno cercano, seguro que alguna vez ha oído hablar de la retranca gallega. Que, efectivamente, no se caracteriza por enlazar chascarrillos. Igual la cuestión está en que cierta clase de gracia hay que entenderla para que provoque una carcajada.