Es probable que solo el libro de oro del dios Neptuno atestigüé en realidad cuántas personas han muerto en el Orzán y cuántas de ellas entregaron su vida por salvar al prójimo. Pero más allá de la noche de los tiempos, Javier López, José Antonio Villamor y Rodrigo Maseda no son los únicos que hoy recibirán un homenaje en la Coraza.
Agosto de 1986. Día 9. Seis de la mañana. Josefa Fernández, sirvienta del coruñés de pro Gumersindo Abares, se zambulle en el mar. Es una costumbre muy común entre las empleadas del hogar. Son Las Catalinas. La resaca se la lleva hacia adentro. Sin saberlo, Juanito Darriba, de tan solo once años, comienza a forjar su leyenda.
la muerte de juanito conmociona a la ciudad, pero A las cinco suena el clarín en la plaza
De lo que hacía el chaval a esas horas en lo que se conocía como la cala del Caramanchón circulan dos versiones. La épica cuenta que Juanito, hijo de panadero, se dirigía al obrador familiar a echar una mano. La picaresca recuerda que espiar a las muchachas y sus cuerpos empapados ceñidos a las sábanas que usaban para el chapuzón era afición muy celebrada por la incipiente virilidad de los alevines.
Misión cumplida
Juanito logra llegar a nado a la altura de la osada moza, que agoniza lastrada por su ignorancia de las habilidades natatorias. Presa de los nervios la de Mondoñedo agarra a Juanito de un brazo sin darse cuenta de que lo está enviando al fondo.
Cuando otro valiente consigue arrastrar a ambos a la orilla, Juanito ya está inconsciente. Poco después, el doctor Pardo certifica la muerte en su casa, en el numero 2 de la calle del Caramanchón.
Aunque el suceso conmociona a la ciudad, la fiesta sigue. A las cinco suena el clarín en la abarrotada plaza de toros y ya por la noche, los fuegos artificiales se reflejan en las aguas que se acaban de cobrar su cruel diezmo con la vida del pequeño Darriba.
Varios han sido los coruñeses que han luchado por mantener vivo su recuerdo: Antonio Ocampo, que descubrió su tumba olvidada y consiguió que el Ayuntamiento repusiese su lápida, o Francisco Vázquez que promovió una calle, inaugurada en 2004 ante una numerosa representación de la familia.
el héroe carpintero
Apenas un año después la historia se repite. En este caso es un carpintero de 31 años: Francisco Alcaraz. Trabajaba en la construcción de las escuelas Da Guarda. Siete de la mañana del 25 de agosto de 1897. Tres mujeres (mugeres si nos fiamos de la lápida) deciden bañarse. Enseguida se ven en dificultades y comienzan a gritar.
Las súplicas son escuchadas por tres obreros. Uno de ellos, Alcaraz, se descuelga por una ventana y corre a auxiliar a las jóvenes. Tiene peor suerte que sus compañeros Ricardo y José, que regresan cada uno con una de las bañistas viva. El cuerpo de Ramona tardó dos días en aparecer. El de Francisco, fue trasladado el 1 de septiembre a San Amaro.