Junqueras retoma la presidencia de ERC con la Generalitat en la mirilla

 Oriol Junqueras, vicepresidente del Govern que organizó el referéndum unilateral del 1-O en 2017, lo que le llevó a estar preso tres años y ocho meses antes de ser parcialmente indultado, está decidido a aprovechar la oportunidad que lamenta que nunca tuvo para ser presidente de la Generalitat.


Nacido en el barrio de Sant Andreu de Palomar de Barcelona en 1969, este carismático historiador, educado en la escuela italiana y profundamente católico, sigue inhabilitado para cargo público hasta 2031, aunque está a la espera de que se resuelva el recurso que presentó para que el Tribunal Supremo le aplique la amnistía.


Tras un paréntesis de seis meses, Junqueras vuelve a los mandos de ERC con apenas un 52,2 % de los apoyos y la relación rota con quien fue su número dos durante trece años, Marta Rovira, y maltrecha con otros dirigentes destacados como el expresident Pere Aragonès.


Vicepresidente del Govern de Carles Puigdemont -con quien nunca congenió- en la legislatura que acabó con la suspensión del autogobierno catalán, fue oficialmente el encargado de coordinar la votación del 1 de octubre de 2017 y entró en prisión preventiva apenas un mes y un día después de esa jornada.


Bajo su presidencia -entre 2011 y el pasado junio- ha llevado a los republicanos a sus mejores cifras electorales, pero también ha visto cómo ese apoyo se ha desplomado en las urnas, si bien sus partidarios defienden que desde que entró en prisión se le apartó poco a poco de la toma de decisiones y, una vez en libertad, se sintió prácticamente ninguneado.


Ha convertido la áspera campaña de las elecciones internas, resueltas finalmente en segunda vuelta, en un “todos contra Junqueras” con el que ha sumado a sus filas a más de un dirigente que hace unos meses le pedía que se apartara.


Habituado a dar evasivas en público, compañeros y rivales que han compartido con él horas de reuniones le reprochan que no hable a las claras tampoco en privado, ni tan solo ante las grandes decisiones, como cuando Puigdemont sopesó si declarar la independencia o anticipar elecciones, o cuando ERC debatió si investir a Salvador Illa.


Junqueras dedicó duros reproches a los socialistas mientras permanecía encarcelado -”les costará aguantarme la mirada, porque ellos han aplaudido mi prisión y la de mis compañeros”, dijo en su primera entrevista en régimen de semilibertad-, pero ello no impidió que liderara el cambio de rumbo estratégico de ERC, que pasó de la unilateralidad a optar por la vía negociadora y a colaborar con el Gobierno de Pedro Sánchez.


Una apuesta que le valió ser denostado por el independentismo más radical, que lo tacha de “traidor”, lo que agravó la brecha entre ERC y Junts, pese a que finalmente todos han acabado abrazando la vía negociadora.


El renovado líder de ERC se sintió injustamente marginado por su partido al salir de prisión, alejado de un foco mediático más pendiente de las andanzas del Govern. Una sensación -con la que empatizan algunos de sus adversarios- que lo ha hecho más desconfiado, coinciden en señalar dirigentes de todas las sensibilidades del partido.


Fue alumno del Liceo Italiano de Barcelona y su padre recuerda su habitación como un laberinto lleno de libros. La herencia catalanista y republicana le viene de lejos y él se declara independentista “desde siempre”.


Profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona, durante sus investigaciones académicas tuvo acceso a los archivos secretos del Vaticano.


Concejal y luego alcalde de Sant Vicenç dels Horts (Barcelona), donde se mudó con su familia con apenas dos años, eurodiputado entre 2009 y 2011, apostar por esta figura sin experiencia orgánica como líder del partido fue la decisión que tomó la dirección entonces encabezada por Joan Puigcercós para dejar atrás una incesante lucha cainita.


Ya en el Parlament dio estabilidad al Govern de Artur Mas -con quien tampoco trabó una gran relación- en una legislatura en la que comenzó la aceleración independentista que llevó a la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014.


Mas convocó unas elecciones que calificó de “plebiscitarias” e ideó la coalición Junts pel Sí, que ERC acabó aceptando a regañadientes. Una cita con las urnas que aupó de forma inesperada a Carles Puigdemont a la presidencia de la Generalitat y a Junqueras a ser su vicepresidente y conseller de Economía y Hacienda.


El artículo 155 de la Constitución puso fin a esa legislatura y dio paso a que se retomara la dura competición entre el espacio de Junts -herencia y evolución de la extinta Convergència- y ERC.


El regreso de Junqueras al frente de ERC abre la puerta a que algún día él y Puigdemont vuelvan a verse la cara en las urnas, si finalmente se les acaba aplicando la amnistía.

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