“Nos ha cambiado la vida. Toda la perspectiva de nuestra vida estaba en nuestro chico”, afirmó el padre de una de las víctimas mortales del accidente del Alvia, que declaró ayer en la quinta jornada de la fase civil del juicio, en el que se trata de dirimir las indemnizaciones de los heridos y de los familiares de los fallecidos.
La víctima, que por entonces tenía 22 años, acudía a las bodas de plata de sus padres. Su padre aseguró que tardaron más de un día en localizarlo. Su madre no pudo declarar, puesto que todavía se encuentra “muy afectada”.
En la jornada de ayer, intervinieron un total de 17 testigos, tanto víctimas del accidente como familiares. El primero en declarar fue un joven, que en el momento del accidente tenía tan solo 16 años. Señaló que notó algo extraño cuando el convoy se acercaba a la curva de A Grandeira y que pensó que quizá el tren descarrilaba. “Lo siguiente que recuerdo es estar el tren volcado y yo agarrado a una silla dada la vuelta como podía. Me había agarrado ahí y recuerdo quedarme totalmente en shock durante bastante tiempo, sin poder reaccionar, viendo un escenario apocalíptico”, ha explicado.
También relató las secuelas físicas y psicológicas del accidente, como problemas para desplazarse y un “pánico” a utilizar medios de transporte, especialmente el tren y el avión.
Otra mujer, que también viajaba en el tren, hasta A Coruña, señaló que tiene secuelas “de por vida”. Había ido a Madrid por trabajo y regresaba a casa, donde la esperaban sus hijos pequeños, que estaban con sus padres. “Era una persona sana, autónoma, y pasé a ser una persona dependiente”, afirmó. Tuvo múltiples lesiones físicas, las más graves a nivel cerebral, que le hicieron estar casi un mes en coma.
Además, testificó el padre de dos víctimas, que con tan solo 8 y 14 años, sobrevivieron al accidente. Vivían en Estados Unidos pero viajaron a España. Según el relato del padre, las lesiones físicas de sus hijas no fueron las más graves, pero, en cambio, las psicológicas, impidieron que pudieran hacer una vida normal.
Cuenta que una de sus hijas, la menor, fue de las últimas en ser evacuadas, por lo que pudo contemplar “todo el horror”. “Es incapaz de hablar del accidente”, afirmó el padre, que además añadió que, “a medida que madura, el problema se hace mayor”.
La declaración de la joven fue imposible. Sin embargo, la otra chica —su hermana— sí que acudió a testificar. Según su testimonio, sufrió varias operaciones quirúrgicas, aparte de problemas psicológicos. Además, tenía una relación intensa con el deporte, que tuvo que abandonar, al igual que su carrera universitaria en Estados Unidos.
Otra víctima explicó que tras el siniestro no ha podido coger nunca más el tren y que tiene lesiones en el brazo y ha perdido tanto oído como visión.