Aunque nació fuera –y presume de ello– con apenas dos años Augusto César Lendoiro (Corcubión, 1945) ya se movía, con cierta dificultad, por A Coruña. Los pulpos a secar al sol, el cine España o los partidos en la explanada del monte de Santa Margarita son sus primeros recuerdos. Después Riazor, en todos los sentidos, desde la playa al estadio, marcaron una vida que parecía estar abocada al fútbol desde que aprendió a leer en el diario Marca.
Alguno me riñe porque que Lendoiro CTV del todo no es...
Yo nací en Corcubión y además presumo de ello. Eso sí, a los dos años ya estaba aquí.
¿Y a qué zona se mudaron?
No conocí otra zona que la de Pla y Cancela, que antiguamente se llamaba avenida de América, y la cuesta de la Unión, que se llamaba así por la fábrica de gaseosas.
¿Era el mundo donde se movía?
Yo tenía dificultades de movimiento. Creo que de nacimiento pero se me detectó a los tres o cuatro años. Estuve un año sin andar, por una lesión en la cadera y tuve que volver a aprender a andar. Y me sigue afectando. Pero sí, esa era la zona donde me movía cuando me podía mover y donde me movía después mi madre con una especie de cama para llevarme –lo que debió de sufrir– a la zona del monte de Santa Margarita.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos de A Coruña?
Tengo los grandes recuerdos con ella, con mis amigos, mi hermana, en esa zona. Todo el día al aire libre y aquellos enormes eucaliptos que dan un olor estupendo.
Y luego empieza el colegio.
Estaba obsesionado ya entonces, desde muy pequeño, con el mundo del fútbol. Hasta tal punto que aprendo a leer en el Marca, estando encamado. Mi madre me decía las letras y fui aprendiendo porque un tío mío me mandaba desde Madrid el periódico. Estaba muy al día de las noticias deportivas pero con un mes de retraso. Esa circunstancia de estar encamado hizo que mi madre no quisiera mandarme a ningún colegio donde se pudiera jugar al fútbol. La alternativa fue ir a las Josefinas. De ahí me llevaron a un colegio detrás de la iglesia de Santa Lucía y ya con ocho o nueve años entré en los Maristas y ahí estuve ya hasta el preuniversitario.
¿Cómo recuerda el colegio?
No era mal estudiante. No era de los mejores pero sí de notable, sobresaliente, alguna matrícula...
Eso es ser buen estudiante...
Sí, pero hubiese sido de todas matrícula si le llego a hacer caso a mi madre y no hubiese hecho muchas trampas, porque me obligaba a dar las lecciones al pie de la letra para poder salir a jugar. Lo que me obligaba a mentirle en las lecciones que tenía que llevar al día siguiente. Y el que hacía de cómplice mío era Paco Vázquez.
¿En qué sentido?
Éramos compañeros de pupitre. Yo tenía tres libretas de tareas: la firmada por el hermano (que era la de verdad) y la mía y la de Paco, que eran las dos que yo organizaba para que si mi madre le llamaba le dijera las mismas lecciones que le decía yo. Y un día, no sé si me lo hizo a propósito o no, cantó la verdad. Y me mataron (risas).
¿Y qué castigo le cayó?
Aparte de ponerme el culo como una peonza... no sé, imagino que alguna sanción más tendría pero, de entrada, no salí a jugar. Y no salir a jugar al fútbol para mí era el peor de los castigos.
Desde que empezó a leer, el fútbol marca toda su vida... ¿Cómo acaba metido en este mundo?
Lo extraño hubiera sido que no acabase de esta forma. Empecé a leer con el Marca, a los 15 años fundé el Ural Club de Fútbol, que todavía sigue y a muy buen nivel, después estuve en el Español de Santa Lucía, en Santiago, durante la carrera de Derecho jugué en distintos clubes de allí y a la vuelta seguí en la misma línea. Hubo un escarceo con el Liceo de Hockey y ahí me reclamaron, en un momento muy duro para el Deportivo. En principio, no quería; a las dos primeras convocatorias de elecciones yo no fui y a la tercera, no puedo decir que nadie me llevara con una pistola pero, con la presión social, ya no pude decir que no. Fueron 25 años fenomenales, que tuvieron, como todo en esta vida, momentos muy buenos y muy malos, pero sin duda lo volvería a vivir.
¿Y en cuál de estas dos facetas es más dura, el fútbol o la política?
Es mucho más duro el fútbol. En la política, ganas o pierdes cada cuatro años; en el fútbol, ganas o pierdes cada cuatro días. ¿Quién se imagina un presidente de Gobierno asistiendo al Bernabéu, al Nou Camp o a Riazor en los momentos difíciles? Hay que estar en la calle, vivir el día a día, de una ciudad pequeña, y andar por las rúas y que la gente te diga cuatro cosas. Al Lendoiro deportivo le perjudicó el Lendoiro político. Si no llega a ser por la política, yo y mi consejo de administración y el Deportivo en sí, hubiéramos tenido los apoyos institucionales que nos faltaron.
Creí que igual había más patadas en la política...
No, no. Bueno, lo que pasa es que las patadas de la política, como te diría... no las puedes devolver. Yo no entendí por qué en ese momento en que íbamos como un tiro en la Diputación provincial y que íbamos a subir en las elecciones me dijeron que no me podía presentar. No es que fuese a las elecciones y perdiese.
Entonces, al político también le perjudicó el deportivo...
Creo que el problema fue querer ser libre y pensar que, a lo mejor, el Partido Popular tenía que jugar un papel más centrado. Quizá también que el apartado deportivo me había ensalzado demasiado. Pasé a ganar muchísimo más pero lo hubiese cambiado por cuatro años más en la Diputación porque los necesitaba para terminar un trabajo que era espectacular lo que estábamos haciendo en los pueblos.
Contaba que Paco Vázquez era su compañero de pupitre...
Y muy amigo. Fuimos a las bodas respectivas.
Y, sin embargo, protagonizaron un duelo político bastante duro.
Durísimo, sí. Él me quiso llevar al PSOE en el año 83. No fui porque yo no soy socialista, las cosas las tengo muy claras. Yo entro en política en el año 87...
Se dieron bastante caña...
Dar, quizá, di yo más que él. Pero, en cuanto a negar, él se equivocó, creo yo. Los dos de la mano hubiésemos hecho grandísimas cosas que no se hicieron en la ciudad. Siempre pienso, sin ningún lloriqueo, y estoy convencido de que yo hubiese sido un buen alcalde. Si él hubiese estado en UCD o en un partido independiente, hubiese estado con él, codo con codo. Pero son formas distintas de verlo. Él es un político nato y yo soy un político de gestión. Él domina perfectamente el mundo de la política, le gustaba mucho cuando éramos alumnos y a mí me seducía el deporte, éramos perfectamente complementarios. Andábamos siempre juntos. Parábamos siempre en Berna, en la confitería, y yo tomaba un cubilete y él cogía otro dulce, no sé si de coco, y nos íbamos comiendo cada uno el suyo y subíamos por la cuesta y luego él bajaba hacia la zona donde vivía. Fue una época muy bonita. La lástima es que no hayamos trabajado los dos...
“Siempre pienso, sin ningún lloriqueo, que yo hubiese sido un buen alcalde; creo que al Lendoiro deportivo le perjudicó el Lendoiro político
Ahora los dos están fuera de la política y en otro momento...
Ese es el momento que él debió aprovechar. El que gana, debe cuidar al que pierde. Eso lo entendemos en el fútbol, el ganador no debe humillar al perdedor. No es que yo no aceptase la derrota, no acepté el sistema y ahí nos bloqueamos los dos y, de alguna forma, pudimos bloquear una parte que hubiese sido interesante para La Coruña. Yo diría que es una amistad que está entre paréntesis.
Preguntas cascarilleiras |
¿Churros del Timón o de Bonilla?
¿Jardines de Méndez Núñez o monte de San Pedro?
¿Calle de la Barrera o calle de la Estrella?
¿Agua de Emalcsa o agua embotellada?
¿Playa del Orzán o playa de Riazor?
¿Recorre la ciudad a pie o motorizado?
¿Es de helados tradicionales, como los de la Colón, o de sabores más modernos?
¿Y cuál era el suyo?
¿Es más de una verbena o de un concierto?
¿Prefiere Carnaval o San Juan?
¿Y dice más chorbo o neno? |