El primer ministro francés, el centrista François Bayrou, no ocultaba su satisfacción este martes en vísperas de afrontar dos mociones de censura que parece que superará por no contar con el respaldo de los socialistas ni de la extrema derecha.
Si se confirma su continuidad, el jefe del Ejecutivo habrá conseguido una apuesta doble que hace unas semanas parecía imposible. En primer lugar, la de su propia continuidad al frente de un Ejecutivo sin mayoría parlamentaria.
Además, quedará automáticamente aprobado el presupuesto para 2025, lo que le otorga oxígeno para seguir en el poder, al menos hasta el próximo verano, cuando el presidente, Emmanuel Macron, tiene la potestad de volver a convocar elecciones legislativas ante el bloqueo político en el que está sumida la Asamblea Nacional por falta de mayorías.
Bayrou habrá conseguido lo que no logró su antecesor, el conservador Michel Barnier, convertido en el primer ministro más breve desde la Segunda Guerra Mundial, víctima de una moción de censura apoyada por la izquierda en bloque y por la extrema derecha.
El veterano político centrista ha sabido encontrar un terreno de entendimiento que ha apaciguado a las huestes de Marine Le Pen y ha quebrado la alianza electoral de izquierdas, en la que los socialistas han preferido quedarse con las concesiones recibidas del Gobierno antes que mantenerse en el maximalismo de los otros socios.
Los 66 diputados socialistas sustentarán al Ejecutivo, lo que puede ser suficiente para que fracase la moción de censura presentada por sus exsocios de izquierdas.
Le Pen espera al miércoles para desvelar su posición, pero las declaraciones de los responsables de su partido apuntan a que tampoco se asociarán a la moción de censura, lo que priva de todo suspense a la votación que tendrá lugar en la tarde de este miércoles.
"Debemos evitar la incertidumbre", aseguró el eurodiputado Jordan Bardella, mano derecha de Le Pen.
Ambos partidos justifican su decisión por motivos diferentes y coinciden en considerar ilegítimo al Gobierno y malos los presupuestos para 2025.
El Partido Socialista, sin embargo, no apoyará la moción porque a su juicio el país necesita unas cuentas públicas que den estabilidad al país, en un momento en el que la sombra de la crisis pesa sobre su economía y el contexto internacional necesita de una Francia en marcha para hacer frente a los desafíos, como los que parece plantear Donald Trump.
Pero la necesidad de unos presupuestos no implica para ellos la continuidad del actual Gobierno. No apoyarán la moción de censura que habría anulado también las cuentas públicas, pero presentarán la semana próxima otra moción de censura para derrocar al Ejecutivo, aunque con muy pocas opciones de sacarla adelante.
La extrema derecha invierte los argumentos. Dos meses después de haber contribuido a derrocar a Barnier, Le Pen no quiere pagar el precio político de la inestabilidad que supondría tumbar a un nuevo Gobierno, aunque en su caso los presupuestos incluyen menos concesiones que las hechas a los socialistas.
Entre esos meandros ha sabido moverse Bayrou que durante la sesión de control al Gobierno de este martes pidió "prudencia" frente a la votación de este miércoles, pero que empezó ya a trazar las líneas de los próximos meses, como si diera por descontado que saldrá indemne.
La satisfacción también podía palparse en Macron, que durante una visita a Villejuif, en la región parisiense, aseguró que "Francia necesita estabilidad" y "no puede ir hacia atrás" para encontrar "actividad, creación de riqueza y eficacia que le permitan estar a la vanguardia de la innovación y mantener su modelo social".
El presidente ha visto cómo lo esencial de su proyecto político se mantiene en las nuevas cuentas, que sin embargo rompen una de sus líneas rojas, con el aumento de los impuestos a las principales empresas del país para reducir el déficit público que se había desbocado desde la crisis del covid y de la inflación.
En medio de las quejas de algunos de esos empresarios, personificados por el patrón del gigante del lujo LVMH, Bernard Arnault, principal fortuna del país, Macron tomó partido por ellos.
"Estamos ya en un punto máximo de imposición de la riqueza y de gasto público", aseguró el presidente, días después de que Arnault criticara esos nuevos impuestos que, dijo, "invitan a la deslocalización".