28-M: meta volante

Arrancó la campaña electoral de las elecciones del 28 de mayo y en estas circunstancias quienes nos dedicamos a descifrar los temores y las esperanzas de sus principales actores estamos obligados a aplicar una especie de coeficiente reductor al patológico voluntarismo de unos y otros. Se dice que en campaña vale todo. Y ese es el principal factor deformante ante el que hay que prevenirse.
 

Por ejemplo, ante los climas de opinión creados por unas encuestas que por lo general proyectan los deseos o las intenciones de quienes las encargan. Sirven para anticiparse al quinielismo de la noche electoral, que esta vez viene contaminado por su inevitable carácter precursor de unas elecciones generales. Por eso se ha generalizado que todos hablemos de las elecciones de mayo como meta volante hacia las generales de diciembre.
 

No hay coincidencia en las varas de medir ante el pronunciamiento de 35 millones de votantes para hablar con fundamento del eventual ganador del 28-M. No puede haberla por lo heterogéneo del volquete de datos sobre los 8.131 Ayuntamientos, las 12 Comunidades Autónomas y las 2 ciudades autónomas sometidos a las urnas de esa jornada electoral.
 

O sea, que no procederá hablar de un ganador o un perdedor indiscutible. Muy generalizada tendría que ser la derrota (o la victoria) de uno de los dos competidores centrales de la lucha por el poder (medida en más o menos poder autonómico y municipal) para que podamos hablar de triunfo o de fracaso de uno de los dos, el PP y el PSOE.
 

Lo previsible es que las victorias y las derrotas vayan por barrios y se compensen entre un partido y otro, porque si hay “Caballeros” (Vigo) en el PSOE también hay “Pacos de la Torre” (Málaga) en el PP. Y lo mismo ocurrirá dentro de cada partido, que ha de conjugar sus datos con los de su partido-escolta (Vox en el caso del PP y UP-yolandas en el caso del PSOE), al tratar de saber quién gobernará y no quién ganó. Eso va a ser relevante en las ocho autonomías gobernadas ahora por el PSOE. Y en Cantabria, donde forma coalición con los regionalistas de Revilla.
 

Los partidos harán una interpretación en clave nacional a los resultados territoriales. La lectura vendrá condicionada por el voluntarismo y el sesgo triunfalista, salvo que, insisto, del recuento se desprenda una conclusión generalizada, escandalosa e indisimulable de la derrota, o la victoria, de uno de los dos partidos. Y para eso no bastará quedarse solamente con la suma de votos en los 6.131 ayuntamientos, a modo de macroencuesta de cara a las generales, porque puede darse el caso de que quien pierda en ese global gane ayuntamientos emblemáticos sin perder demasiado poder autonómico. Lo que sí va a ser inevitable es el manejo del mantra de atribuye la victoria en las generales al que previamente gana las municipales.

28-M: meta volante

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