Los sondeos de opinión más fiables, entre los que ya desde hace años no se encuentra precisamente el CIS, indican unánimemente que a día de hoy el PP está claramente por encima del PSOE en intención de voto, entre cinco y nueve puntos arriba. El sorpasso tremendo de Andalucía ha tenido replicas por toda España, y ya pasados unos meses, con Feijo liderando, se consolida, aunque ya no crece e incluso aminora un poco. Le queda lejos, muy lejos, la mayoría absoluta pero le da de sobra la suma con Vox. A día de hoy, insisto.
En el PSOE, mayormente lo que hay, lo niegan, claro, es miedo a que lleguen las urnas y mientras que a unos el tiempo se les hace largo, a ellos se les escapa corriendo. Y a lo que temen, para las primeras, es “El Efecto Sánchez”
La percepción, más allá de los medios de comunicación y los cenáculos políticos, se ha extendido además como una mancha de aceite y llega a todos los rincones, a los pueblos más pequeños y a los territorios más alejados de los epicentros de poder.
Es por estos lugares donde se detectan mejor que en los mentideros tertulianos algunos elementos significativos. Contención con un puntito de “virgencita, virgencita que me quede como dicen” en los populares, un decaimiento en Vox, bastante apagados y menos tronantes de lo que solían y un temor nada soterrado en los socialistas que van a ser los primeros en entrar en juego: concejales, alcaldes y comunidades. El barrunto es que van a pagar ellos por Sánchez sus pecados y encames con los bilduetarras y su connivencia y pliegue a los delirios e imposiciones podemitas. Otros, estos, que firmaban por sacar no lo que tienen sino hasta quedarse con diez menos.
Son estos concejales y alcaldes socialistas, que los hay bien buenos y muy queridos los que ven venir una nube, que no es suya, pero que les puede traer pedrisco, que viene de Pedro. Te lo dicen y confían que las gentes miren a lo que han hecho y no lo que ha ido perpetrando su jefe. Pero tienen un problema. Han acatado, asumido, jaleado, palmoteado y no rechistado ni por asomo ante sus hechos. De sus dichos, mejor no hablamos. Confían en que prevalezca la cercanía y su gestión, quienes la tienen buena, y creo que en efecto un tanto por ciento importante se fijara antes en ello que en lo otro. Pero lo “otro” pesa y duele. Explíqueles usted a sus vecinos eso de Txapote, el asesino de Miguel Ángel Blanco al que “acercan” y que es el preludio a que el gobierno nacionalista vasco que tiene las competencias lo ponga sino en casa si le dé cuerdecilla y privilegios.