Aguerridas pero menos

Cuando Irene Montero y Ione Belarra se suben a la tarima de los mítines parecen dos mujeres aguerridas, dispuestas a una y mil batallas en favor de las mujeres, de su libertad, de su derecho a expresarse, a decir que no. Se dirigen con entusiasmo a todos, todas y todes. Son sus intervenciones una permanente invitación a la rebeldía femenina allí donde sus derechos sean vulnerados o donde, por su condición de mujer, se vea relegada o silenciada, bien sea en su entorno familiar o laboral. Es imposible discrepar de que se creen las condiciones necesarias para que las mujeres sean, seamos, consideradas seres realmente libres.


Dejando al margen el modelo de feminismo que ambas defienden y que, de momento, solo ha provocado la división del movimiento como bien se comprobó el pasado ocho de Marzo, no deja de llamar la atención el silencio, la obediencia con que ambas se portan como miembros del Gobierno. Basten dos ejemplos. Llamativa fue la rueda de prensa en Moncloa en la que hubo una pregunta dirigida a la ministra Montero y fue la portavoz, Isabel Rodríguez, la que sin abandonar su tradicional sonrisa, dijo que ya respondería como responsable de Unidas Podemos porque desde esa mesa se trasladaba la postura del Gobierno. Irene Montero no rechistó. Ni un solo gesto de desagrado. No habló y punto.


Más recientemente, esta misma semana, en la sesión de control, el PP presentó una pregunta para la ministra Belarra. En la noche del martes, horas antes de la cita en el Congreso, los grupos parlamentarios reciben el orden del día y en él, el ministro de la Presidencia en uso de sus facultades, derivó la respuesta a otro miembro del Gobierno. Ione Belarra, al igual que su compañera Montero, calló. Ni rechistó. No habló y punto.


Se podría alegar que mantienen esta posición de acatamiento por responsabilidad institucional pero lo que es obvio es que no se están comportando como dicen pensar. Si la parte socialista del Gobierno te ningunea, si la portavoz te impide hablar, si no te dejan responder a una pregunta parlamentaria, si cada día que pasa tu irrelevancia va a más, me pregunto con qué valor, con qué fuerza moral puedes arengar a las mujeres a que se empoderen hasta el punto de poder ser considerado hombre con solo ir al registro civil, a que alcen su voz cuando no reciban el trato al que tienen derecho, a que se rebelen cuando sean discriminadas por el hecho de ser mujeres.


Ambas dos, si actuaran como piensan y como dicen a las demás mujeres como deben actuar, creo que hay suficientes motivos, circunstancias no discutibles para que tanto Montero como Belarra deberían haberse empoderado y haber presentado sendas renuncias a permanecer en un Gobierno que no solo las ningunea en el día a día, sino que además las silencia a la vista de todos.


Una mujer que se precie de serlo y salvo situaciones de extrema necesidad, que no es el caso, no debería permitir lo que Belarra y Montero están permitiendo. Para eso hace falta coherencia y ser tan aguerridas en la vida como lo son en los mítines.


Pedro Sánchez, que no es tonto, les ha tomado la medida y descuiden que ninguna de las dos tomará la decisión que ellas aconsejan a las mujeres. No se irán del Gobierno y como ya han dado muestras de una sumisión, ahí seguirán, dispuestas a que no les dejen hablar y así hasta la derrota final que es hacia donde caminan de manera inexorable.

Aguerridas pero menos

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