Arrimadas se despide

La marcha de Inés Arrimadas de la política es un trasunto de la desaparición fáctica de Ciudadanos. Para la historia quedará la peculiar forma de suicidarse que ha tenido este partido. Por haber querido ser lo que no era, pues nació para algo distinto a lo que luego quiso ser. Si hubiera asumido su condición de partidor bisagra, al estilo de los liberales alemanes (FDP), por ejemplo, otro gallo le hubiera cantado.


Incluso como partido-escolta de vocación hubiera llegado a gobernar o cogobernar en coalición con uno de los dos grandes. Pudo haberse consolidado como fuerza decisiva si hubiera formado coalición con el PSOE tras las elecciones de abril de 2019, pero Albert Rivera no perdió mucho tiempo en convencer a Sánchez ni este en dejarse convencer. Desde entonces no ha hecho más que acumular fracasos.  Dos años después vendría la conjura de Murcia, un mal explicado arrime al PSOE para derribar el gobierno regional PP-Cs, que terminó como el rosario de aurora. Se trataba de frenar la corrupción del PP en aquella Comunidad, según Inés Arrimadas. Pero Díaz Ayuso vio en la maniobra el anticipo de otra semejante contra ella. Así que corrió a desbaratarla con las elecciones anticipadas. Y ahora Arrimadas, que ejercía de portavoz del grupo parlamentario, se vuelve por donde vino, al mundo de la consultoría en la empresa privada y Ciudadanos anuncia que no se presenta a las elecciones generales de julio. No suspende sus actividades, pero todo el mundo da por muerto al partido. Y no es una buena noticia. Si hemos de rastrear las causas, seguramente tendríamos que dedicar un turno a la polarización de la vida política. La consecuencia es un centro deshabitado por el drástico enfrentamiento entre los dos bloques clásicos izquierda-derecha. Pero también habría que dedicar un segundo turno a los errores propios, pues este partido ha sido víctima de las equivocaciones cometidas por sus dos renombrados líderes. Primero, Rivera. Y después, Arrimadas. El vigente mandato de Patricia Guasp, de apenas cinco meses, ha sido completamente inane. Primero fue el abandono de Cataluña de Inés Arrimadas, tras su espectacular victoria electoral de finales de 2017, cuando lideró en las urnas el avance del constitucionalismo. Y después fueron los sueños de grandeza de Albert Rivera, que jugó a desplazar al PP mediante un deslizamiento ideológico hacia la derecha, y ser hegemónico en el bloque retratado en la plaza de Colón.

Arrimadas se despide

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