Hablar de coalición de gobierno es, cuando menos, una broma muy pesada. Es lo más parecido a un proceso de divorcio complejo en el que no se ponen de acuerdo ni en la casa, ni en la pensión, ni en nada. Una tortura para ambas partes que alargan el proceso buscando excusas para no firmar la separación efectiva. Mientras discuten y el divorcio no se produce continúan siendo lo que eran; es decir un matrimonio con lo que esto significa jurídicamente. La experiencia nos dice que al final uno de los dos cede cuando ya ha llegado al límite de su paciencia o de sus fuerzas.
En esta coalición ocurre lo mismo. En el fondo, ahora ya, no se soportan pero ninguna de las partes estampa su firma para acabar con una convivencia convulsa. Y no la veremos, al menos a corto plazo. Lo que sí vemos es que el Gobierno se acerca al abismo, está ya en el abismo pero nadie se va despeñar. Sortearán, como han hecho desde el minuto uno, el paso en falso que de manera irremediable les llevaría a la ruptura. Y eso no va a ocurrir. Ni Pedro Sánchez dará el puñetazo definitivo y, desde luego, ni Irene Montero ni Ione Belarra se van a mover de donde están pese a que, por dignidad y coherencia, hace tiempo que deberían haber abandonado el Ejecutivo.
Bordearán el abismo hasta el último minuto. Hay que salvar el presente y, sobre todo, el futuro porque bien saben en el PSOE que si la izquierda a su izquierda no sale airosa de las próximas elecciones, tienen muy difícil reeditar mandato desde Moncloa. Es por ello y por la convicción socialista de que Podemos “no se va ni con agua caliente” por lo que el Presidente muestra ahora un enojo que llega tarde. Llega tarde porque sabían que la ‘ley del sí es sí’ estaba llena de riesgos. Llega tarde porque ha permitido, en silencio, declaraciones y posiciones impropias de quienes son incapaces de quitarse el traje de activistas para vestirse de institucionalidad y llega tarde porque por mucho que ahora trate de enmendar errores probablemente sea tarde.
Y quizás sea tarde porque la opinión pública, los ciudadanos en general ya saben de qué va el teatrito que entre unos y otros están protagonizando y saben que, una vez celebradas las elecciones generales, si los números dan, se volverá a las andadas y tendremos reedición de la llamada mayoría de progreso. De progreso y de confusión con socios que de ninguna de las maneras van a favorecer al PSOE. Intentarán conjurar los riesgos con arremetidas, cada vez menos eficaces, contra el PP que, como se está viendo, antes de pactar con Núñez Feijoo ni una sola coma, han optado por bordear el abismo dando un espectáculo que creo es inédito en Europa y, por supuesto, en la democracia española.
Bordean el abismo buscando cuerdas a las que agarrarse y ahí nos encontramos con la ministra de Justicia que es la única que ha tenido, por lo menos, la decencia de asumir responsabilidades y proponer la reforma pertinente para subsanar los agujeros negros de la ‘ley del sí es sí’. No hay que olvidar que en su momento Carmen Calvo puso serias resistencias a la ley trans y Sánchez eligió a Irene Montero. El futuro de Pilar Llop al frente de Justicia es un capítulo por escribir, pero que nadie dude que si se atisba peligro de caer en vacío por el barranco, Irene Montero no será quien pague la factura.
Lamentable e interminable espectáculo el que está dando el Gobierno que parece haberse instalado en el mundo zombi, pero ya es sabido que la culpa es del PP.