Lo dijo el añorado Pérez Rubalcaba por la tele en 2016. Encamarse con el malo para hacerlo bueno podía tener el efecto contrario. Fue premonitorio al advertir que ocurriría eso si finalmente el PSOE se alineaba con “fuerzas políticas que, como Podemos, están en el derecho de autodeterminación, y los independentistas, ni te cuento”.
Ocurrió como sugería el razonamiento de Rubalcaba. El PSOE acabó arrimándose a todas las especies subversivas del ecosistema político nacional: anti españoles, republicanos, plurinacionales e independentistas. Porque me parece palmario que el centenario partido de Pablo Iglesias, Largo Caballero, Rodolfo Llopis, Felipe González, Zapatero, ha dado más pasos hacia donde están los malos que los malos hacia donde están los buenos.
Todo esto viene a cuento del discurso que el presidente del Gobierno dedicó en Estrasburgo al jefe de filas del grupo popular europeo, Manfred Weber. En su papel de adalid frente a la ola reaccionaria que nos invade, según Sánchez, explicó que frenar el fascismo bien vale una amnistía a los golpistas del independentismo catalán, aunque se oponga el PP, partido integrado en el grupo de Weber en el Parlamento Europeo. Y de ahí sus aceradas críticas a Feijóo, por sus pactos con la ultraderecha, en vez de unirse a los planes del Gobierno “progresista”.
“El problema de acercarte a la ultraderecha es que acabas pensando lo mismo”. Son palabras del propio Sánchez. Las pronunció junto a una desafortunada alusión al nazismo que irritó sobremanera a Weber. Aun así, se contuvo en la respuesta. Solo recordó que en Alemania, su país, el cerco a los nazis, a diferencia de lo que ocurre en España respecto a los presuntos fascistas, se construye desde el centro. Moraleja: es Sánchez quien se ha acercado a los malos sin hacerlos buenos. Es Sánchez quien se ha deslizado hacia los postulados anticonstitucionales de sus compañeros de viaje frente a los que la derecha no tiene otro remedio que hacer frente común. Y eso es lo que se visualizó el domingo pasado en la capital navarra, en torno al lema “Pamplona no se vende”, cuando las principales formaciones de la derecha española se manifestaron junto a UPN contra el pacto de los socialistas con los independentistas vascos de Otegi para desalojar de la alcaldía a Cristina Ibarrola. Al menos hasta saberse que los socialistas y Bildu habían pactado una moción de censura contra Ibarrola no teníamos la menor noticia de que la llamada izquierda abertzale, donde han encontrado la postura los herederos políticos de ETA, hubiera abrazado el vigente marco constitucional y democrático del Estado español, a pesar de lo que sostiene públicamente el secretario de organización de los socialistas navarros, Ramón Alzorriz.