En medio del barullo de la crispación y polarización política y mediática y de una innegable fractura social, la semana pasada se escuchó lo dicho por un político sensato: “Cuando se prima el interés ciudadano siempre hay espacio para el acuerdo”.
Era la voz del alcalde popular de Cáceres, Rafael Mateos, que pronunció estas palabras después de que su partido, en el gobierno, y el PSOE, en la oposición, alcanzaran un acuerdo para aprobar los mayores presupuestos de este ayuntamiento que permitirán acometer obras e iniciativas que figuraban en los programas de ambos partidos para mejorar la vida de los cacereños.
La abstención del PSOE es fruto de una negociación larga y compleja, dice su portavoz, que fructificó en un acuerdo “muy ambicioso” que incluye actuaciones, como mantener políticas sociales, inversiones en infraestructuras, dinamización del comercio local y otros compromisos con el sello socialista. Por su parte, el Partido Popular mostró flexibilidad “receptiva” para enriquecer su programa incorporando iniciativas de la oposición.
Con la venia de “los crispados de oficio”, hay que decir que, tras este acuerdo, ninguno de los dos partidos emitió señal alguna de debilidad, de traición a sus votantes o a sus principios, ni perdió un ápice de su identidad ideológica. Los cacereños saben que ni el PP muerde, ni el PSOE es un partido de rojos peligrosos.
Al contrario. Ambos partidos mostraron la cara civilizada de la democracia en un ejemplo de cooperación política de quienes trabajan cerca de los ciudadanos, son sensibles a sus necesidades específicas y son conscientes de la necesidad de un presupuesto como hoja de ruta económica que marque el camino para implementar políticas que mantengan y mejoren los servicios públicos esenciales del ayuntamiento, la administración más cercana a los cacereños.
El acuerdo no cayó del cielo. Fue fruto del diálogo entre ambas partes en favor de la gobernabilidad municipal, lo que demuestra que en Cáceres PP y PSOE son conscientes de que el entendimiento es esencial para el buen gobierno de la ciudad y que el interés de sus vecinos está por encima del interés de los partidos políticos.
Este pacto es como un oasis de buen hacer político: buscar puntos en común y sobre ellos construir acuerdos en beneficio de los ciudadanos. Un ejemplo de colaboración pragmática en un panorama político tan polarizado, como el actual de España, en el que muchos eligen el enfrentamiento para debilitar al contrario en lugar del acuerdo con él.
Lo ocurrido en la histórica Cáceres abre una ventana a la esperanza para los que creemos en una política colaborativa. Claro que eso exige derribar el muro –el cordón sanitario– levantado por imperativo de extremistas de la izquierda radical y de los nacionalismos para mantener en el poder al gobierno más débil de la democracia.