Quedan menos de cincuenta días para las elecciones municipales y autonómicas del 28M y un suspiro para que “empiece” la campaña. ¡Como si no lleváramos meses, incluso años, en campaña, como si todo lo que hacen los partidos no fuera una permanente campaña electoral!
Palabras, palabras, palabras y escasa rendición de cuentas que es una de las claves de la democracia. Especialmente cuando hablamos del poder local y regional, que es más fácil, aparentemente, de controlar y ver qué se ha hecho y qué no se ha hecho. Dice Javier Cercas que “la desconfianza en el poder es el fundamento mismo de la democracia: de ahí la separación de poderes -ejecutivo, legislativo, judicial- que se controlan unos a otros acotando su ansia común de dominio”.
En estas elecciones, los políticos deberían rendir cuentas de lo que han hecho y los que aspiran a lograrlo, firmar por escrito los compromisos que están dispuestos a asumir. Dudo que veamos lo uno y lo otro. Aunque las encuestas no ayudan, y aunque se hable de transferencia de votos de unos a otros partidos, parece claro que siguen vivos, casi inmutables, los dos grandes bloques, por mucha división interna que exista. Hay, parece, un empate técnico, mucho voto volátil y otra gran cantidad de “voto práctico”: los que votan a un partido o a un candidato en las municipales y autonómicas y a otro en las generales. Por tanto, partido de ida de las generales de diciembre, pero sin sacar conclusiones definitivas.
Sánchez se juega mucho, pero no menos que Feijóo. En las anteriores elecciones el PSOE sacó millón y medio de votos más que el PP. Si éste no gana en votos, no recupera varias comunidades autónomas y algunas grandes alcaldías -al margen de retener Madrid y por mayoría absoluta, o muy cerca- estaremos hablando de fracaso. También los datos de Cataluña, País Vasco y, en menor medida Navarra, serán un indicativo de si hay resurgimiento del PP o no. No se puede gobernar estando desaparecido en esos territorios. Si el PSOE baja, pierde centros importantes de poder y Podemos se hunde, tal vez Sumar, que todavía no pasa de ser un proyecto en la nube, y los socios de investidura no sean suficientes en diciembre.
Luego está el papel de Vox, qué porcentaje de fidelidad mantendrá entre sus votantes y cómo influirá en los próximos gobiernos municipales y autonómicos. No es una primera vuelta pero marca tendencias.
Hay que estar atentos a las campañas. ¿Votaremos con la cabeza o con la piel? ¿Hablarán los candidatos de los problemas de los ciudadanos o seguirán hablando sólo de lo suyo? ¿Habrá alguna innovación? ¿Qué estrategias de comunicación van a plantear los partidos en las redes, en cada red social, para ganar el voto joven? ¿Será una campaña sucia? ¿”Esconderán” los suyos a Sánchez para que no reste en algunas autonomías? ¿Cómo van a motivar a los ciudadanos para que acudan a votar? ¿Volverá el CIS a equivocarse? Hay una batalla de votos -los totales en España- y otra de conquistas. Las grandes batallas se van a dar en la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Extremadura, Castilla-La Mancha y en ciudades como Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga y Zaragoza. Pero cada espacio geográfico cuenta. Muchos escaños se ganarán o perderán por unas decenas de votos. Los terceros puestos serán, seguramente decisivos en la conquista de alcaldías o gobiernos autonómicos. Aunque llevemos años en permanente campaña electoral, esto no ha hecho más que empezar.