La campaña de Yolanda Díaz

Vaya por delante que considero que Yolanda Díaz es lista, listísima. Tan lista que ha logrado que Sumar parezca un artefacto nuevo cuando no deja de ser una reedición de Izquierda Unida, que no era otra cosa que los restos del naufragio del PCE, junto a otros grupúsculos de la izquierda. Ahora, a la versión Sumar, se han añadido partidos de corte identitario.
 

Eso sí, presentar Sumar como algo nuevo e ilusionante es un ejercicio de prestidigitación política realmente notable. Pero al César lo que es del César, en este caso a Yolanda Díaz lo que es de Yolanda Díaz y hay que reconocerle el mérito de presentar lo mismo de siempre envuelto con el celofán de las sonrisas y la tranquilidad de la amabilidad. Al contrario que Pablo Iglesias y Podemos, Yolanda Díaz y Sumar no producen ninguna inquietud en el electorado.
 

Díaz no grita, no regaña, no insulta, no anatemiza. Va a lo suyo que no es otra cosa que hacerse con el santo y seña de buena parte de la izquierda, de los desencantados del PSOE y de lo que queda más allá del PSOE. Lo que está por ver es en cuántos votos y escaños se cifra esta reformulación de la izquierda.
Como ambición la sobra, sin duda sale a disputar el terreno al PSOE sabiendo la mucha animadversión que Pedro Sánchez despierta, incluso entre el electorado socialista. Y puede que haya votantes socialistas que decidan castigar al PSOE votando a Yolanda Díaz, porque es un voto con el que no sientes estar traicionándote a ti mismo por más que es evidente la futilidad y la impostura de tanta sonrisa y palabras suaves. Pero sin duda Yolanda Díaz está haciendo una buena campaña electoral, mucho mejor que la que lleva a cabo Pedro Sánchez o Alberto Nuñez Feijóo. Muchas de las propuestas de su programa son populismo envuelto en celofán de colores salido directamente de las teorías políticas de Ernesto Laclau, teorías que hicieron suyas los fundadores de Podemos, no solo Pablo Iglesias sino sobre todo Iñigo Errejón, por ahora socio predilecto de Yolanda Díaz. Laclau “intelectualizó” las bases del populismo, le dio cuerpo, le despojó de cualquier matiz peyorativo y sus postulados fueron la “guía” del viaje de algunos de 

los impulsores del movimiento 15 M hasta la Moncloa.
 

Yolanda Díaz que tiene la virtud del positivismo ha metido en la batidora el ideario del PCE en el que creció, creyó y militó, con el de Laclau, y con esos mimbres se prepara para seguir en la Moncloa o bien con Sumar o continuar gobernando en compañía del PSOE, y a ser posible adelantar en votos y escaños al viejo partido socialista.
 

Esto es harto difícil, pero nada es imposible, porque la verdad es que mientras Sánchez cae mal en amplios sectores de la sociedad, Yolanda Díaz no provoca ese rechazo entre otras cosas porque ha sabido vender bien que todas las leyes de carácter social aprobadas por el Gobierno son cosa suya y han salido del Ministerio de Trabajo. Así que puede presumir de gestión, de ser capaz de entenderse con sindicatos y empresarios, y sobre todo su discurso se basa en el pragmatismo de los hechos más que en la cuestión ideológica. Lista que es. Eso sí, si nos detenemos en las listas electorales que ha confeccionado nos costaría encontrar a alguien que no haya militado en la izquierda de la izquierda del PSOE, porque como es evidente ha vuelto a inventar Izquierda Unida. Las suyas no son listas donde haya un ápice de transversalidad, ni que reflejen la pluralidad de la sociedad. En realidad Sumar no es otra cosa que ese compendio de partidos y grupúsculos situados a la izquierda del PSOE, pero comandados por una mujer que entiende que en el siglo XXI son necesarias las técnicas de marketing para intentar llegar al poder, y Díaz las utiliza a fondo. Pero detrás de tanta sonrisa se dibuja cierta impostura, artificialidad, además de innegable inteligencia política. 

La campaña de Yolanda Díaz

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