Una carta desgarradora

eí en la red la carta desgarradora de un señor que “informa” de su soledad, marginación y tristeza. “Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 3 x 3 en un geriátrico donde me dejaron tirado”, dice a modo de presentación. “Ya no tengo mi casa, ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama…”.  


Uno de los párrafos más desgarradores es el referente a su familia: “Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros cada tres o cuatro meses; otros, nunca...”.


Cuando mira al futuro solo encuentra un montón de recuerdos del pasado: “Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué? Cuando estoy solo, puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído. Y eso es todo… No sé cuánto me quedará, pero debo acostumbrarme a esta soledad, aunque ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, pero no quiero intimar demasiado, desaparecen con frecuencia. Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y devolver a nuestros padres el tiempo que nos regalaron al criarnos”.


El comentario debería concluir aquí porque esta carta lanzada a la red por una persona radicalmente sola, triste y dolida, víctima del edadismo social y del familiar, que es el que más le duele, es suficientemente expresiva para que cualquier alma sensible saque sus conclusiones.


Pero no me resisto a hacer tres anotaciones. La primera, que tuvo que ser muy duro para este hombre, como sería para cualquiera de nosotros, cerrar la puerta de su casa, dejar su hogar con sus historias y verse “aparcado” en un centro de mayores. Más dura aún es ahora la espera diaria por hijos y nietos que van poco a verle y cuando aparecen él mismo percibe que lo hacen por obligación y que tan solo tiene en común con ellos los lazos de sangre.


Él mismo y la soledad que siente –segundo apunte– llevan a pensar en los 120.000 compatriotas mayores de 65 años que hay en Galicia, muchos de ellos también víctimas de la “circunstancia cruel” de la soledad que afecta a su salud mental y física y a su equilibrio emocional.


Tercera anotación, de esa cifra tan solo un 5 por cien quiere pasar la vejez en una residencia. Un dato que debería llevar a los dirigentes políticos a “conciliar” la vejez con la permanencia en la casa familiar donde tienen mejor calidad de vida al estar acompañados y conectados con el mundo que les rodea, su entorno, que es lo que echa de menos este internauta sénior.


En esta línea está el proyecto innovador “vivir mejor en casa” de la Sociedad Española de Geriatría, un punto de partida para que los dirigentes aporten recursos para conciliar vejez-casa familiar. Aunque solo sea por egoísmo porque ellos también aspiran a llegar a viejos.

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