Hace pocas horas saltaba a los medios de comunicación la triste noticia de que en un colegio mayor masculino madrileño, se había producido una triste puesta en escena machista increpando a las integrantes del centro femenino de enfrente.
Dimes y diretes se han cruzado desde entonces por parte de los jóvenes, de los dirigentes del centro en cuestión, de las del agredido y de las distintas formaciones políticas a las que se ha extrapolado el asunto en cuestión.
En su mayoría, todos condenan unos hechos que desde mi punto de vista son absolutamente deleznables y que me hacen dudar que estén siendo suficientes las actuales medidas que protección física y moral hacia las mujeres… porque aunque se tratase de la broma que ahora nos quieren hacer comprar, no deja de ser insólito el que haya jóvenes seres humanos que puedan llegar a disfrazar sus más bajos instintos en forma de obscenos cánticos.
Pero como siempre, no hay peor machista que una fémina.
Las propias insultadas y vilipendiadas exculpan a sus compañeros haciendo ver que aquello no era más que un juego de amigos… Y si eso son amigos, que Dios nos libre de los enemigos.
Caballos salvajes deseosos de embestir a lo que aparentemente ellos consideran que son yeguas, mientras que ellas parecen aceptarlo de buen grado.
Joven sociedad presente podrida y futura temida.
Lo acaecido en Madrid demuestra una vez más que, el ser futuros universitarios no garantiza ser portadores de una buena educación, y que el pertenece a familias acomodadas muchas veces es similar a vivir en un mundo paralelo en el que todavía hay quien se cree que puede ponerse el mundo por montera sin importar en absoluto los cadáveres que se dejen por el camino.
Podemos minimizar lo ocurrido, mirar hacia otro lado o incluso opinar lo mismo que opine al respecto el partido político que nos resulte más simpático; pero lo único que es cierto es que es intolerable haber tenido la idea de pretender tratar-al menos por medio de alaridos- como ganado a las chicas del centro en cuestión, haber secundado la estupidez generalizada y-sobre todo- restarle importancia a la misma.
No quiero que mis hijos se parezcan mínimamente ni a los ni a las protagonistas de estos hechos.
Espero que todos ellos reciban un castigo ejemplarizante y que toda la sociedad sea muy consciente de que un colegio mayor puede convertirse de golpe y porrazo en un colegio muy menor si los que engrosan sus filas no saben comportarse ni con ellos mismos, ni con el sexo opuesto.