El actual ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública y ex ministro de Seguridad Social parecía hace apenas unos días que iba a ser nombrado gobernador del Banco de España. Hoy el nombramiento se ha enfriado, aunque ello no signifique exactamente que haya dejado de ser el candidato de Pedro Sanchez. Lo que sí es seguro es el desastre que ha dejado en el sistema público de pensiones tras su paso por la Seguridad Social. Las cuentas no dejan lugar a dudas. Sólo para pagar las pensiones del año próximo se van a necesitar más de 46.000 millones de euros que tendrán que salir de los impuestos de todos o aumentar la deuda, algo más complicado ahora al haber entrado en vigor las nuevas reglas fiscales en la Unión Europea. Unas reglas que nos van a requerir ajustes para cumplir con la ratio de déficit y deuda sobre PIB. De hecho, tanto la AIReF como el Eurogrupo ya han exigido a España recortes en este sentido para 2025.
Todos los servicios de estudios de este país llevan años advirtiendo de la necesidad de acometer reformas serias en el sistema. Las cotizaciones no son suficientes para abordar el gasto, menos ahora que comienzan a jubilarse los nacidos en la llamada generación de “baby boom”. Escrivá, siendo ministro del ramo, puso en marcha una serie de retoques que se han demostrado inútiles. A pesar de que introdujo nuevos mecanismos de corrección, subió las cotizaciones y cambió el paso de los autónomos no se ha conseguido desenganchar el coste de las pensiones del presupuesto general o del Tesoro. Ni siquiera el récord de cotizantes es capaz de equilibrar ingresos y gastos.
Un reciente informe de Santa Lucía pone blanco sobre negro que, a pesar de los mecanismos y subidas que se han realizado, el sistema no es capaz de abordar el pago de las pensiones presente y menos las futuras. Y lo peor es que la nula transparencia e información veraz sobre el estado actual del sistema, hace creer al ciudadano que no hay ningún problema, que se pueden pagar sin problemas y que siempre será así. Sin embargo, hay que tener presente que sin modificaciones de calado, puede llegar el día, como le pasó a griegos y portugueses, que haya que dar un golpe de mano y rebajar las pensiones. Será difícil que algún político se atreva. Igual habrá que hacerlo “por imperativo económico”.