Ahora sí, ahora ya está cerrada la puerta de las festividades navideñas, de los objetivos alcanzados en el 2023 o de los que por haches o por bes no he llegado a cumplir. Se abre el camino de este recién estrenado 2024 con la promesa de lo mucho que está por venir y la lista de propósitos. ¿Toda una lista? ¿Para qué? Me he levantado rebelde así que decido romper con los consejos de coaching, dejar atrás los famosos objetivos SMART y simplemente esbozar algunas pistas, respirar anhelos y sentir, paso a paso, el camino hacia lo que envuelve la famosa lista: DEFENDER LA ALEGRÍA.
Leía a Jesús Terrés, “Deja las cosas ser. Deja que las personas sean. No aceptes nunca que la recta es el esfuerzo porque no lo es. Es el amor. Hacer no haciendo. No poner trabas a la incertidumbre porque la belleza nace siempre del sentir, jamás del pensar. Dejarte avasallar por la vida. Entregarte.”
Quizás sea simplemente esa la clave para avanzar de manera ligera hacia la alegría. Una alegría que puede estar salpicada de mañanas perezosas, atardeceres tristes, noches en vela, pero que sabemos que está ahí, detrás y a pesar de todo.
La alegría no está, es. Habita en el presente, recupera la memoria del pasado para no repetir errores e imbuirse de aprendizajes y se viste con ligeros velos de futuro, con expectación y sin expectativas. Su espacio, es por excelencia el “aquí y ahora.”
La alegría se refugia en el cuerpo, detrás de las trincheras de los miedos y los bloqueos emocionales. Prueba a bailar, a saltar, a correr. Mueve el cuerpo para que se despierte.
La alegría nos aporta permisos, no juzga, no critica, ni interna, ni externamente. Otorga vía libre para que seas tú misma, tú mismo.
La alegría es placer. El placer de las pequeñas cosas, un baño caliente, una taza de chocolate recién hecho, una sesión de peli y manta en buena compañía, tu música favorita. Aquí sí, recupera la lista de lo que te gusta hacer y no te prives, regálate esos momentos.
La alegría es rodearse de gente que suma, no que reste. No debemos nada a nadie y nadie nos debe nada. Seamos conscientes de que somos soberanos de nuestra vida así que más vale disfrutar, la mayor parte de ella, con quién nos aporta: una mirada, una conversación, un silencio.
La alegría se practica. Por supuesto. No se trata de fingirla, se trata de conectar con ella, de acogerla, permitir que sea, al igual que dejamos que dé paso a otras emociones. Éstas no suelen venir para quedarse, sino que fluctúan, aparecen, se manifiestan (si les damos espacio) y luego se van, para abrirse a lo nuevo. Y así continuamente.
La alegría tiene sello de identidad propio. No es un valor absoluto. Tu concepto de alegría y tu manifestación de la misma no tienen por qué coincidir con los míos. Lo importante es no censurarse y no censurar.
Abro pues la puerta del 2024, haciendo mías las palabras de Benedetti “Defender la alegría como una trinchera... Defender la alegría como un principio… Defender la alegría como una bandera… Defender la alegría como un destino… Defender la alegría como una certeza… Defender la alegría como un derecho”.