Los Demodex presentan… You’ll never walk alone!

Los Demodex presentan… You’ll never walk alone!

Perdón por el anglosajonismo
Con lo poco que me gustan a mí los anglosajonismos –es mentira, pero bueno…— y voy y, ¡zasca!, lo casco en el título. No si es que está claro que no se puede escupir parriba que, después, cae pabajo. En este caso el título se me ocurrió en castellano, pero después me di cuenta de que era la traducción textual del mundialmente conocido himno del Liverpool y, claro, no lo pude evitar.  


A mí no me disgusta ni lo anglo ni lo sajón –en lo que a lenguas se refiere—ni, en general, ningún idioma que pase por mis ojos u oídos. Es más, tengo cierta tendencia masoquista a tratar de entenderlos –porque lo de “aprenderlos” ya me parece una osadía muy gorda—, pero lo cierto es que los “normalitos” se me dan bien y enseguida se me pegan cosillas. Tanto es así que, en mis veinte años de traductora de inglés, castellano y galego, acabé también traduciendo del italiano, francés, catalán y portugués… ¡empezando de cero! “Así serían las traducciones”, pensarán ustedes –y a lo mejor tienen razón—, pero lo cierto es que al ratito de estar oyendo cualquier idioma facilito le empiezo a pillar el tranquillo. Porque los que les mencioné son idiomas afines, claro, si fuese euskera, alemán o ruso, otro pollo cantaría… 


Les cuento. Traduje para el doblaje, verbigracia, la serie completa de Lucky Luke al galego –72 capítulos, creo recordar—. Como saben, Lucky Luke, aunque no lo parezca, es creación de un señor belga que se llamaba Maurice de Bévère –Morris para los amigos—. Tanto los vídeos que me proporcionaban para la traducción como los guiones estaban en francés, claro, y yo de francés sabía “tre petipé”, o sea, muy poquito. El “tre petipé” que me había enseñado Eulogio, el padre de Maricuchita –mi hada madrina de las muñecas, ¿se acuerdan?— cuando tendría yo unos… ocho años. 

 

Antes de ayer, vaya; día más día menos. Total que, con el ánimo de llevar a cabo tamaña empresa con todo rigor, me busqué una ayudanta que me desbrozara grosso modo los capítulos que yo después puliría con esmero y cariño. La ayudanta me duró… cinco o seis capítulos, a partir de los cuales, entre vídeo y guion, ya entendía yo perfectamente lo que decía Lucky Luke, los Dalton y casi hasta Rantamplán. Me pasé una larga temporada –mientras duró la traducción de la serie y algo más— dando órdenes a la familia en francés. Ya saben: abre la puerta, cierra la puerta, a comer, a cenar, cállate, qué haces, qué quieres… Cosas de esas. ¡Fritos los tenía a los pobres!, ¡fritos! Pero yo disfruté de lo lindo, la verdad. Nunca me gustó estudiar, pero aprender… ¡me rechifla!

 

Lo que no me gusta nadita…

Pero nadita de nada, ¿eh?, es esa invasión de expresiones –sobre todo inglesas—por toda la cartelería de los negocios más dispares. Con lo fácil que es decir “cafetería” y tienen que decir “coffe shop”. Con lo fácil que es decir “rebajas” y tienen que decir “sales”. Con lo fácil que es decir “almuerzo” y tienen que decir “brunch”. Con lo fácil que es decir “vinos y copas” y tienen que decir “wines and spirits”. Con lo fácil que es decir “aparcamiento” y tienen que decir “parking”. Resumiendo, que o aprendes inglés o no sabes qué comer, qué beber ni dónde comprar a mitad de precio. Pero, como he dicho antes, no se puede escupir parriba que, después, pasa lo que acontece. Les voy  a confesar un pecado que me avergüenza profundamente. Sí, ya sé que ustedes pensarán que soy perfecta, pero no, están muy equivocados. Ahí va mi pecado: ¡con lo difícil que es decir “poodle” y yo tengo que pensarlo diez minutos para decir “caniche”! ¿Se lo pueden creer? Pues talcualmente se lo cuento. Ahora ya saben mi pecado más pecadoso; pueden empezar a chantajearme cuando quieran.


Pues nada, que eso, que está muy bien aprender idiomas, pero sin olvidar los propios, y en este país tenemos más de uno para andar buscando palabras fuera. Cohabitar, sí; desplazar, no. Quítate tú para ponerme yo, no. Eso está pero que muy feo. Y si no que se lo digan a algún que otro país del mundo… ¿civilizado?

 

¿Por dónde íbamos?...


Ah, sí, en el “You’ll never walk alone” de los Demodex. “¿Y quiénes son los Demodex?”, se preguntarán ustedes. Pues no se preocupen, que ya se lo digo yo ahora mismito. Los Demodex son una banda de lo más prolífica. Bueno, que son prolíficos es totalmente cierto y que son una banda también, pero no una banda de música, ¿eh?, aunque a mis compañeras de trabajo y a mí nos pareció un nombre muy chulo para un grupo de rock, verbigracia. Los Demodex son una banda de ladrones… de sebo –sí, de sebo— que nos acompañan adonde quiera que vayamos. O sea que, gracias a ellos “nunca caminaremos solos”. Digamos que son unos “chupópteros” que se ponen las botas gracias a la grasita de nuestros mofletes y otras partes de nuestras hermosas jetas. ¿Cómo se quedan? Pues así mismo me quedé yo: boquiabiértica, ojiplática y estupefáctica. Y no sé por qué, la verdad, porque yo ya sabía que estamos parasitdos por millones de criaturas microscópicas y no tan microscópicas –léase “piojillos”, verbigracia—, pero el pensar en mis hermosos pómulos, mi despejado frontispicio y mi prominente naricilla habitados todos ellos por tan perversas y horribles criaturas –son unos ácaros agusanados feos de cojo…—, me erizó los pelos con folículos y todo. Porque… ¿a que no saben dónde viven nuestros amiguitos? ¡Pues ahí precisamente, en la parte alta de los folículos pilosos de nuestros pilos, digo, de nuestros pelos! 

 

A ver, que son pequeñitos –0,4  mm de nada— y tienen una esperanza de vida de quince miserables días, pero les da tiempo de dejarnos la carita hecha un cromo, a los muy puñeteros. Tienen cuatro pares de patitas ¡con garras! que se clavan en ti para no caerse mientras te desgrasan. Como para no tener la cara colorada y picajosa, vamos, con tanta agarradera. Colorados deberían estar ellos, por gorrones. Pues aparte de tener los cuatro pares de patitas con garras, tienen colita. Qué monos, ¿verdad? Seguro que la menean como un perrito cuando huelen nuestro sebito rico. Y miren qué detalle; meten la cabecita y el cuerpo en el burato del folículo –como las avestruces, los muy cobardes— y dejan la colita asomando por fuera. Y no crean, que dicen que a veces se ven a simple vista –las colitas—. Será cuando ya están gordochos y rebosan de más.

 

Pues lo dicho…


Que si a alguien le gusta el nombre para un grupo de rock –lástima que ya no se lleve el punk, cachislamaaar, que a esos seguro que les gustaba— le cedo la idea gratis. Pueden llamarse los Demodex o los Demodex folliculorum, como más les guste. Solo les pido que las canciones sean entre buenas y buenérrimas, para que no me hagan sufrir pensando que he malgastado mi esfuerzo creativo para nada.


Con respecto a los animalitos que nos habitan… Tampoco se compliquen demasiado la vida. Por mucho que se froten en la ducha nunca van a acabar con todos ellos. Y para los bonitos Demodex tenemos a los bonitos dermatólogos, que se los cargan en un plisplás. Son como Lucky Luke, que dispara más rápido que su sombra y se pierde cabalgando en el horizonte… 
 

Los Demodex presentan… You’ll never walk alone!

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