El PP está dejando huérfanos de representación política a cuantos conservadores no entienden que, por serlo, deban mirar a sus compatriotas que no lo son como a enemigos irreconciliables. El partido de Casado, esto es, Casado, García Egea, ese otro algo zote a la hora de votar telemáticamente y cuantos actúan en sintonía con esa rústica y desabrida manera de opositar, están matando la ilusión de los ciudadanos de derecha proclives a una concepción de ésta más civilizada y democrática. Y la están matando porque cuando el PP, el tradicional partido conservador, parecía tenerlo todo a favor por el desgaste natural del Gobierno en una legislatura tan difícil y por el inopinado éxito electoral de Díaz Ayuso, empiezan a maliciarse que, de seguir así, lo mismo su ilusión de un próximo gobierno de derecha puede quedar en eso, en ilusión.
No se podría cuantificar el número de los españoles de ideas conservadoras, o de intereses conservadores, que no reconocen en esa pugna de la dirección actual del PP con Vox para ver quién es más extremista y montaraz, al partido que desde una racional oferta política y con sumisión a los valores y las normas democráticas pudiera estar en condiciones de gobernar el país con un mínimo de aceptación social. No se les podría cuantificar porque nadie los ha contado, pero querría uno suponer que avanzado ya el siglo XXI, machihembrada la nación en Europa con las de mayor tradición democrática y casi medio siglo después de la muerte física de Franco, otra derecha se ha criado fuera de sus pechos, en otros, en los de la libertad, y que una mayoría de sus afectos asume que la estigmatización del otro mediante la insidia, la mentira y la calumnia no tiene ya cabida en el juego político.
El penúltimo pedrusco arrojado por el PP contra el Gobierno, ese de culparle por la poca maña que se da uno de los suyos para votar a distancia, y, por extensión, por el fracaso del plan con tufo a tamayazo que tenía urdido para hacer fracasar la aprobación de la reforma laboral, es un meño que pudiera tener efecto boomerang si el optimismo de uno lo avalara la realidad, esto es, que hay entre la ciudadanía conservadora quienes no comulgan con el apedreamiento sin ton ni son del adversario político, y menos cuando lo que se quiere lapidar es el acuerdo entre los agentes sociales, sindicatos y patronal.
Las guerras generan huérfanos, y ésta del PP contra todo genera los suyos propios, los que se quedan en la inclusa de la representación que se les niega.