Claro que hay algunas personas y familias que se aprovechan de pequeñas ayudas públicas y servicios sociales básicos, para eso hay que trabajar en una mejor supervisión y control. También no es menos cierto que los ricos son cada vez más ricos, se aprovechan de las argucias e ingeniería financiera, de los paraísos fiscales, incluso de las ayudas y subvenciones públicas para engrosar sus patrimonios personales y familiares, sin importarles tener que recurrir a la corrupción para seguir manteniendo sus altos niveles de vida.
En realidad, tanto unos como otros, vulneran la legalidad vigente y atentan contra el principio fundamental de la solidaridad, con la diferencia de que los primeros son “despreciados”, por intentar sobrevivir o vivir un poco mejor, mientras que los otros son “apreciados y respetados” por vivir a costa de los demás. Sin duda, el mundo al revés.
Sí, ciertamente la situación social actual es contradictoria ya que en el mundo se produce un aumento de la prosperidad de algunos, acompañado de un incremento de la pobreza extrema de muchos otros. La desigualdad social es cada vez mayor de ahí que, muchos pensadores y economistas, crean necesario el mantener un nuevo contrato social de alcance mundial, basado fundamentalmente en el principio de solidaridad entre las personas, entre los pueblos, y entre las generaciones al objeto de situar el bienestar del ser humano y la satisfacción de sus necesidades en el centro del desarrollo social.
Cada vez somos más los que creemos en que es posible un desarrollo alternativo sobre la base fundamental de un compromiso real en la lucha contra la pobreza, tanto a nivel nacional como internacional. Sólo así avanzaremos de manera justa y equitativa.