Después del debate

Los que esperen que “El Debate” del lunes aclare o modifique los resultados del 23J que vayan perdiendo toda esperanza. La experiencia dice que apenas cambia el voto de un uno o un dos por ciento del electorado. Los que crean que alguno de los dos candidatos va a salir derrotado se equivocan. Los dos dirán que han ganado el debate, sus seguidores lo pensarán y los medios que los apoyan sacarán encuestas divergentes que lo confirmen. Los que deseen que allí se traten los problemas de verdad que tenemos los españoles, que vean una película del Oeste. Los que aspiren a que Sánchez diga que no va a pactar con Bildu ni con los independentistas, que se junten con los que esperan que Feijóo diga que no va a pactar con Vox. Todo dependerá de los números. Sólo creo que uno de los dos tiene una ventaja respecto al otro: si hay que mentir, Sánchez gana por goleada y por experiencia. Perdón, mentir no, cambiar de idea, rectificar... como los grandes estadistas del pasado. Los debates son necesarios y convenientes. Debería haber más y no solo en tiempos electorales y en una televisión. Cuando los hay en el Congreso, en el Senado o en una televisión, no deberían ser para montar el espectáculo, para descalificar y demonizar al contrario sino para hablar de los problemas reales y de las soluciones que aporta cada uno. Y para buscar acuerdos. Gobierne quien gobierne, España necesita un PSOE capaz de dialogar y de alcanzar acuerdos con el PP. Y un PP capaz de dialogar con el PSOE y encontrar puntos de encuentro. Y eso es lo que a mí me gustaría que se planteara en el debate, una oferta de diálogo y consenso postelectoral entre los partidos que representan entre el 60 y el 70 por ciento de la sociedad española. Creo que eso podría ser posible con Feijóo en el Gobierno o en la oposición y lo veo mucho mas difícil con Pedro Sánchez en el Gobierno o en la oposición. También veo muy difícil que el que pierda siga liderando su partido, especialmente Sánchez sobre el que, si pierde, caerán todos los cuchillos que muchos llevan años afilando.
 

Lo más importante de ese imprescindible acuerdo PSOE-PP postelectoral sería acabar con los bloques y dejar de depender de una extrema izquierda cainita que no sabe lo que quiere ni cómo hacerlo y de una extrema derecha desnortada que propone cuestiones inviables. Los programas y muchas de las propuestas de unos y otros son de un simplismo insultante y un puro disparate. Tener que depender de ellos y no de la centralidad, del sentido común y de poner la mirada en la mayoría de los ciudadanos, conducirá a lo mismo que ya estamos viviendo: gobiernos débiles, dependientes de quienes sostienen tesis inconstitucionales, de quienes quieren acabar con la Constitución del 78, cambiar de régimen, acabar con las autonomías, censurar y cancelar a los que no piensan como ellos, sean escritores, artistas o periodistas, controlar la justicia o nacionalizar la economía.
 

Ambos partidos deben confesar quién es “su cliente”: los ciudadanos o los que les pueden dar o mantener en el poder. Sólo el consenso entre ambos partidos, y con los operadores sociales, puede ayudar a buscar nuevas formas de co-gobernanza y participación para afrontar mejor las necesidades reales de las personas y de innovación para rescatar la democracia, puesta en riesgo por esa necesidad de alcanzar el poder y mantenerlo al precio que sea. El bien común en el centro de la vida política por encima del bien del partido o del líder. A eso se tendrían que comprometer los dos lideres en el debate.

Después del debate

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