Sí, escribo tras haber pasado, entre este martes y el miércoles, un total de diecisiete horas y media en el debate de la (no) investidura de Núñez Feijo en el Congreso . No era mi primera vez de tales atracones parlamentarios, pero sí la más inédita por muchas cuestiones. He tratado de encontrar un denominador común para titular este comentario y me ha salido un término que admito como quizá algo, no del todo, injusto: decepción, desencanto. Quizá debí decir algo así como bostezo. O enfado. O... Se lo resumo en seis puntos, si me lo permite:
-No hay posibilidades de entendimiento entre los dos partidos mayoritarios. Quienes comparten la opinión mayoritaria (más del 60 por ciento en las encuestas, para lo que valgan) de que PSOE y PP deberían entenderse en tantas cosas, que esperen sentados, o que pierdan, mejor, toda esperanza. Lo que hizo Sánchez, lanzando al telonero Oscar Puente a responder al candidato a presidente Feijoo en una sesión parlamentaria solemne, fue inaudito.
-Feijoo se consolida como un buen líder de la oposición y un notable parlamentario, salvo que sorpresas mayúsculas, que no me atrevo a descartar en el país más imprevisible del mundo, tracen otro futuro para él. Compuso un programa aseado, de parches, acaso sin la genialidad que requeriría la atípica situación política del país. Pero no encontré esa genialidad, la verdad, en ninguno de los intervinientes. Y es obvio que el presidente del PP y candidato probablemente frustrado a presidente del Gobierno se fue creciendo, siempre moderado y hasta con algún rasgo de humor, sobre todo en su debate con los separatistas catalanes y con los nacionalistas vascos; a Bildu, simplemente, le dio un palmetazo, a mi juicio equivocándose en su desdén, mientras Vox, en uno de sus gestos excesivos, abandonaba el hemiciclo cuando intervenían los ‘abertzales’. Sospecho, por otro lado, que algunos elogios aduladores y excesivos al ‘parlamentario Feijoo’ le harán más daño que beneficio.
-No puede descartarse del todo una repetición de elecciones. Los más importantes estos dos días en el hemiciclo eran quienes no estaban: Carles Puigdemont y el president Pere Aragonés. De ellos depende lo que pueda ocurrir en España, país que ambos aborrecen, a partir del lunes, tras la votación que muy probablemente perderá Feijoo el viernes. Supongo que, si ERC y Junts insisten en una inmediata amnistía que permita al fugado de Waterloo pasear a corto plazo por las calles de Girona, y en un referéndum de autodeterminación independentista a continuación, Sánchez, aunque nos sea persona que se amilane fácilmente, tendría al menos que plantearse seguir adelante con su ‘plan de investidura’.
-El peso parlamentario de nacionalistas/secesionistas es mucho mayor de lo que correspondería a sus votos. Pero esto, consecuencia de una normativa electoral obsoleta e inadecuada, ya se sabía hace tiempo. Solo que ahora, más. El Parlamento no representa con exactitud los votos de la ciudadanía. Si se atiende al número de portavoces que intervienen en estos plenos, un observador sin conocimientos creería que es una Cámara partidaria de una república de varias naciones. El próximo día 31, con los presumibles desplantes al juramento constitucional de la Princesa de Asturias, podremos, sin duda, comprobarlo de nuevo.
-Simplemente, ni en el Gobierno (salvo que Sánchez/Díaz nos demuestren lo contrario en la próxima sesión de ‘su’ investidura), ni en la oposición, ni, menos aún, en la ‘tercera España’, sea cual sea, existe un auténtico proyecto innovador, imaginativo, de país.