Domingo 12 de noviembre. Salgo de casa al filo de las 10 de la mañana con la intención de “ver” de cerca la manifestación convocada por el PP en Madrid para protestar contra el pacto de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes.
Cualquier domingo a esa hora Madrid todavía no ha terminado de desperezarse, pero este domingo sí, a la Puerta del Sol están llegando cientos de personas para coger sitio y estar cerca de los líderes convocantes. Observo cuál es el perfil de los manifestantes: familias, muchas familias, padres, madres, hijos de distintas edades, abuelos, jóvenes... Y muchas banderas, banderas constitucionales.
Continúo andando para comprobar las calles adyacentes que desembocan en la Puerta del Sol, una plaza que, rememorando a Machado, podríamos decir que de vez en cuando se convierte en el “rompeolas” de todas las Españas.
Cada vez cuesta más abrirse paso porque es tal el aluvión de gente que no encuentro la manera de seguir contemplando lo que sucede desde la “periferia” de la plaza. Con cierto esfuerzo lo consigo y sorteando manifestantes camino hacia la Plaza de Cibeles, miro la Puerta de Alcalá, la Gran Vía... luego decido echar otra ojeada al Paseo del Prado, Plaza de España... en fin los alrededores más lejanos de la Puerta del Sol. Lo que veo es una riada interminable de gente caminando con paso apresurado intentando acercarse a la Puerta del Sol lo que cada vez es más difícil.
A ratos escucho la radio para obtener información más allá de lo que yo estoy viendo con mis ojos.
No soy capaz de calcular cuánta gente es la que va a participar en la manifestación pero lo que yo veo es que es muchísima. Más tarde, con la radio pegada en la oreja, voy escuchando el discurso de Alberto Nuñez Feijóo. Es un discurso sereno, lejos de cualquier histrionismo, correcto, fijando la posición de los populares.
Escuchándole, pienso que Nuñez Feijóo es un líder para tiempos “normales”, pero no estoy segura si su liderazgo es lo suficientemente fuerte para circunstancias tan graves como las que estamos viviendo. Pero acaso sea la “normalidad” lo mejor que puede ofrecer a la sociedad, que se ha visto asaltada por el acuerdo entre Sánchez y Puigdemont y que consiste en saltarse a la torera la Constitución.
Continúo andando procurando escuchar lo que van diciendo los “manifestantes” que intentan llegar a la Puerta del Sol. Me pregunto qué esperan, y no soy capaz de encontrar la respuesta.
Esta manifestación, o mil más que se puedan convocar, no harán mella ni en el ánimo ni en la ambición desmesurada de Pedro Sánchez. Está dispuesto a seguir siendo Presidente cueste lo que cueste, la cuestión es que para ese pacto que ha suscrito con Puigdemont no tiene el consentimiento de los ciudadanos.
Ciertamente las coaliciones se forman llegando a acuerdos pero si esos acuerdos afectan a la Constitución, para “reinterpretar” la Carta Magna necesita del consenso del resto de los partidos, especialmente del principal partido de la oposición. Cuando un ciudadano deposita su papeleta a favor de un partido no está dando carta blanca para que con su voto el líder de turno haga lo que le dé la gana.
Si Pedro Sánchez y los suyos no hubieran repetido hasta la saciedad, y hasta el día anterior de las elecciones, que de amnistía nada de nada, entonces podría escudarse en que de ese tema ni había hablado, pero lo cierto es que “engañó” a muchos votantes y la realidad es que, previsiblemente, si hubiera dicho que pensaba amnistiar a Puigdemont y compañía, muchos no le habrían votado.