España se confunde

Españoles, definitivamente nos toman por idiotas. Hay que hacer un ejercicio de humildad y reconocerlo porque aquel que sabe que está siendo engañado tiene más defensas que aquellos que no se enteran y, me temo, hay muchos. Miren ustedes, mañana hay unas elecciones en Cataluña en las que está en juego no solo el futuro gobierno autonómico, también la debilidad del gobierno de España. Los equilibrios de Sánchez tienden a descarrilar, en Moncloa lo saben y los medios de comunicación afectos al sanchismo se esfuerzan en desviar el foco hacia otros para no centrarse en lo verdaderamente importante.

 

Está en juego que Junts o ERC queden de segundos, uno u otro porque, aunque Illa sea el más votado es intranscendente, los separatistas no le facilitarán el gobierno y, como ya pasó en las últimas elecciones catalanas, será Illa, a las órdenes de Sánchez el que tendrá que aportar sus votos a una de las dos fuerzas soberanistas o repetir elecciones. Esta es la realidad, pero la maquinaria mediática que depende de Moncloa se empeña en desviar al foco hacia el PP y Vox, cuyo resultado en estas elecciones es irrelevante para la conformación de gobierno.

 

Las tertulias televisivas y radiofónicas ponen su atención en quien quedará por delante, que si el PP, que si Vox, pretendiendo despistar como ya lo consiguieron en el país vasco cuyas elecciones pasaron prácticamente desapercibidas y con ello el crecimiento de Bildu, el partido proetarra que alimentado desde el gobierno de Sánchez ha conseguido unos resultados históricos para ellos y vergonzantes para todos los demás. Para añadir confusión sale Oscar Puente y llama drogadicto al presidente de Argentina, no pide disculpas por ello, pero consigue que nos despistemos un poco más.

 

Después Sánchez aparece tras cinco días de vacaciones para no anunciar nada, pero, eso sí, tuvo al país en vilo mientas él se carcajeaba en la bodeguilla de Moncloa. Y así, de sobresalto en sobresalto los españoles vivimos una ceremonia de la confusión que solo pretende instalar en el imaginario colectivo que todo está tranquilo en Moncloa y que la mayoría Frankenstein goza de buena salud. No es verdad, el gobierno pende de varios hilos, pero con que se rompa uno se viene abajo el castillo de naipes de Sánchez. Esta es la cuestión que debiera ocupar a analistas y contertulios, pero estos, que muchos de ellos rinden culto al presidente, se encargan de sacar a pasear a Ayuso o a Franco cada vez que se atisban problemas en el horizonte.

 

El domingo es una prueba de fuego para el gobierno y lo tiene muy difícil pero el tiempo de la confusión se acerca a su final y, más pronto que tarde Sánchez tendrá que mirarse al espejo y decidir si le vale la pena, esta vez sí, seguir en Moncloa bajo el yugo separatista o dar la voz al pueblo español para que le diga si está satisfecho con su gestión y la de sus socios o si quieren un cambio. Mientras tanto, la máquina del fango de la factoría Moncloa seguirá buscando confusión, sembrando dudas y generando incertidumbres y, por supuesto, lo españolitos a aguantar mentiras, insultos y crispaciones, No lo olviden, mañana elecciones y en treinta días… ¡otra vez!

España se confunde

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