Tengo la sensación de que el gobierno no está entendiendo la magnitud del problema. La moqueta de los ministerios que anestesió las ansias de revolución que alimentaba a Podemos contra “la casta”, ha podido acabar por acomodar también a la parte socialista del gobierno que se aleja del sentir de la calle para situarse en una España oficial y virtual que está despertando a un gran número de ciudadanos que comparten un cabreo monumental. Los transportistas, los agricultores, los ganaderos, los cazadores están en pie de guerra, pero aún no se ha sustanciado en nada el malestar de las familias que, como consumidores, ya no pueden soportar el precio de la cesta de la compra ni el coste de llenar el depósito de su vehículo y todo ante la inacción del gobierno. Por su parte los transportistas, tras ser acusados por el gobierno de minoría ultra, han demostrado una capacidad de movilización muy superior a la que le reconocía el propio gobierno y ha sacado los colores a los representantes del sector que se sientan en la mesa de negociación. Es lógico, esas entidades que dicen representar a todo el transporte, se corresponden con las grandes empresas poseedoras de flotas que son las que asfixian a los autónomos a los que subcontratan a bajos precios para realizar los trabajos, obligándolos incluso a trabajar a pérdidas, lo que no es sostenible de ninguna manera. El gobierno elije a sus interlocutores y desprecia un movimiento imparable que merece ser escuchado porque, perdido su camión y su trabajo ya no tienen nada que perder y la ministra comete un error, uno más, al anunciar ahora que está dispuesta a recibir al representante de la Plataforma, después de 12 días de huelga porque, según ella, no representan a nadie. Mire usted señora ministra, es como si sus sindicatos amigos convocan una huelga y para solucionarla, se reúne usted con la patronal para que intermedie con los trabajadores. Un desatino. El cabreo está en la calle y en las casas y mucho me temo que los aplausos que los transportistas recibían de los ciudadanos por las calles de España, tiene un significado claro : esta protesta representa el enorme cabreo de la ciudadanía con una inflación del 7%, con un recibo de la luz por las nubes, con una cesta de la compra que está imposible y así, con las despensas vacías y un presente difícil y un futuro incierto, las familias están a punto de explotar y lo harán. Entonces ustedes se reunirán con las asociaciones de consumidores amigas y debidamente domesticadas y subvencionadas, pero, una vez más, habrán equivocado el tiro y la calle les volverá a superar. El empobrecimiento de esta España ya no se puede edulcorar, los pensionistas verán como la inflación se come su pensión, los jóvenes seguirán sin empleo y España sin futuro. Están jugando con las cosas de comer mientras se entretienen con el “ellas, ellos y elles” y le dan 20 mil millones de euros a la ministra de igualdad para hacer campañas de “autosatisfacción sexual de la mujer” que, como todo el mundo sabe, es una prioridad social de primer orden. Ustedes sigan con sus guerras internas con Podemos, vendiendo a los saharauis, viajando en Falcon y repartiendo subvenciones a los sindicatos amigos, mientras España va por otro camino, con otra realidad.