Primero fue Masha Amini y ahora ha sido Nika, una joven de 16 años iraní que se sumo, al igual que miles de mujeres, a la revolución del velo. Las dos han muerto y nadie se puede creer que haya sido de muerte natural. No, ambos fallecimientos han sido la consecuencia directa de la brutalidad del régimen iraní. Solo pensar que existe en aquel país una Policía de la Moral pone los pelos de punta. Nos retrotrae a tiempos que se pierden en la memoria pero ahí está. Una mujer puede morir por llevar el velo mal colocado.
Sigo con interés lo que está ocurriendo en Irán y nada deseo más que el horrible y detestable régimen que gobierna ese país caiga más pronto que tarde. No es soportable comprobar cómo para las mujeres iraníes el poder ir sin velo suponga una conquista de libertad. Tienen tan poca, están tan sometidas, que poder mostrar su cabello es un logro de libertad.
Al horror de Irán habría que sumar la situación aún más grave, más degradante de las mujeres en Afganistán. Han sido borradas de vida social, sometidas por su propias familias. Se les niega el derecho a trabajar, a estudiar, a mostrar su rostro. Son las esclavas del siglo XXI.
Estas situaciones provocan escalofrío. Basta con ponerse por un segundo en su lugar para aproximarnos al sufrimiento de todas ellas.
Comprendo que en el mundo hay muchos problemas. Vivimos inmersos en la incertidumbre, cuando no en el miedo.Vemos incluso como en nuestro país, jóvenes, en teoría educados y modernos, practican el machismo nauseabundo a través de las ventanas de su colegio mayor. Tenemos muchos motivos para la preocupación pero aún así somos unos privilegiados y es por ello por lo que me cuesta asumir sin protestar la indiferencia ante sufrimientos inmensos y que en el caso que nos ocupa, afectan directamente a las mujeres y sin mujeres libres no hay libertad para nadie.
En España nunca hemos tenido una ministra que más hable de las mujeres. Su ministerio, el ministerio de Irene Montero va a ver incrementado su presupuesto en un 14%. Sus pláticas sobre el feminismo son constantes y pobre de la mujer que se desvíe de su forma de entender la libertad femenina.
Montero está muy concienciada pero no lo suficiente o, al menos, no con todas las causas. Con las mujeres iraníes desde luego que no. No sé a qué espera a convocar una gran movilización ante la embajada de aquel país para protestar, con toda energía, por la crueldad de un régimen que si no llevas el velo bien puesto eres detenida y luego apareces muerta. ¿A qué está esperando?. ¿Qué más tiene que ocurrir para que desde el ministerio se lance una campaña de denuncia contra el régimen iraní?.
Hay silencios que se pueden entender si son debidos a la ignorancia, pero cuando hay pruebas elocuentes y fehacientes del horror y la injusticia, el silencio se convierte en cómplice. Insisto. No se a qué espera Irene.