La más que probable salida del presidente gallego hacia Madrid abre un melón galaico que se presenta interesante, apasionante diría yo. El presidente saliente debe acertar en nombramiento de su sucesor presidencial porque no solo será eso, además asumirá. previsiblemente, la presidencia del partido y la candidatura a la presidencia de la Xunta de Galicia en las próximas elecciones autonómicas que se desarrollarán dentro de algo más de dos años.
No se trata pues de una decisión técnica si no de una decisión de gran calado político en la que, necesariamente han de intervenir más actores que el propio Feijóo. En una sucesión técnica, el vicepresidente primero podría pasar, casi automáticamente, a ocupar la presidencia y cubrir así el tiempo que queda de legislatura, pero al tratarse además de una cuestión que afecta directamente al futuro del partido y sobre todo al reto de renovar una mayoría suficiente para renovar el gobierno tras los comicios del 2024, el presidente debe plantearse una sucesión que mire más al futuro que al presente.
Una persona que suscite el consenso de la mayoría de los barones provinciales, que conozca la realidad de la estructura del partido y que aporte conocimiento de gobierno institucional.
Pero la gran exigencia para el sucesor es que tenga un atractivo electoral que pueda completar el enorme tirón de las siglas populares en Galicia gracias, sin duda, a la capilaridad del 100% que el Partido Popular tiene en Galicia.
Por eso la complejidad de la decisión que Feijóo debe tomar. Un partido unido no es razón de éxito suficiente pero sí necesaria para enfrentarse a las urnas, un partido dividido saldría con mucha desventaja para lograr sumar más escaños que el Psoe y el Bloque juntos.
El voto del actual presidente supera los votos propios del partido, captando otro voto no cautivo que puede votar al Partido Popular o a otras opciones moderadas según se den las circunstancias y esa exigencia la tendrá también su sucesor. Compromiso, lealtad y entrega absoluta son valores que tendrán gran peso específico en la decisión última que Alberto Núñez Feijóo tome, pensando en Galicia, pero también en el partido.
Es verdad que el silencio se impone entre los candidatos o aspirantes a la sucesión, en unos más que en otros, pues me cuentan que, allá por el sur hay ya personas moviéndose para fortalecer a su candidato, pero lo cierto es que el ejercicio de responsabilidad y lealtad de los demás les da una pátina de legitimidad que, seguro, tendrá su peso a la hora de decidir. El presidente Feijóo se ha caracterizado por la profunda meditación de sus decisiones y ahora se espera lo mismo.
En algún momento el propio Feijóo llegó a decir que “los liderazgos no se regalan, hay que ganárselos” y esta idea abre mucho las posibilidades de otros candidatos que no juegan, con carácter previo, a obtener ventajas en la parrilla de salida.
Por todo esto decía al principio que el asunto se presenta apasionante y los gallegos esperan que la propuesta que se les haga sea solvente y pensada para el futuro, que ilusione y que tenga la posibilidad de sumar ese plus de papeletas en las urnas que mantenga el legado del Partido Popular de Galicia.