Hace ya muchos años, escuché a una señora mayor que le decía a una amiga, “mira, en esta vida, aunque haya fuego que no se vea el humo”. Esta sugerencia ha caducado de manera absoluta. Ahora hay humos aunque no haya fuego y si hay fuego no solo se ve el humo, sino que, además, se aviva en la creencia de que las llamas pueden ser rentables en términos políticos.
Justo hace una semana, en estas mismas líneas y pecando de una ingenuidad impropia de mi edad abogue por un pacto de buenas maneras. Entonces todavía no se había producido el fuego y el humo de los últimos días que ha superado con creces todas mis previsiones, de tal modo que ahora sí que sí el clima es irrespirable encontrándonos con la triste paradoja de que los espectáculos que estamos viendo y que no es necesario detallar puesto que son bien conocidos por lamentables, nos indican que, al menos parte de nuestros responsables políticos están muy lejos de la sociedad, de la gente común y corriente.
La gente común y corriente habla de política sin recurrir a argumentos personales como ha hecho VOX y, desde luego, la gente común y corriente no achaca al otro de promover la cultura de la violacion como ha hecho la ministra de Igualdad dirigiéndose al PP. La gente común y corriente es, somos, mucho más civilizados, más educados y más realistas de lo que se creen los extremos. Fuego y humo en el Congreso y fuego y humo, mucho humo, en el Gobierno de coalición que nos está dando tardes de gloria. Aprobados los presupuestos, se ha dado rienda suelta a las diferencias en asuntos especialmente sensibles y así a Marlaska se le deja solo frente al problema de la valla, y así Irene Montero lanza la especie de que el PSOE pactará con el PP para cargarse la polémica y errónea ley del sí es si. Y así va a seguir siendo. Ya no importa que haya fuego y mucho menos que se vea el humo pero que nadie se lo tome demasiado en serio. No será necesario llamar a bombero alguno. El fuego y el humo del Gobierno, que es el importante, no va a destruir estructura alguna, no se va a producir ruptura, entre otras cosas, porque a ambas partes les conviene que se perciban las diferencias.
Lo malo, además de tener un Gobierno que parece un patio de colegio, es que no nos van a dejar descansar. Que van a seguir así y que el Presidente, responsable último de todas las decisiones que salen de Moncloa, no va a mover una ceja. No lo hará hasta que le convenga hacerlo y entonces hablará con su vicepresidenta y ministra de Trabajo y pactarán la ruptura, y Sánchez lo hará en la certeza de que quienes ahora le apoyan lo seguirán haciendo después de las elecciones generales, porque esa y no otra es la estrategia auténtica: trenzar un cesto en el que caigan todos los votos posibles para, si suman un escaño más que la derecha repetir mandato con los mismos que ha ido sorteando la legislatura. Quedan meses para las elecciones autonómicas y municipales y bien saben tanto en Moncloa como en Génova, que van a ser una forma de primera vuelta cara a las generales y bien haría el Presidente en poner orden dentro de su Gobierno porque los ciudadanos no le van a juzgar por haber sacado a Franco del Valle de los Caídos. No, los silencios, el ponerse de perfil también cuenta y mucho.