Decidir adónde va el dinero es probablemente lo más importante de la gestión pública. Por ello resulta frustrante ganar unas elecciones y no contar con un presupuesto propio. No me refiero a Feijóo, que ganó y no gobernó. Ni a Sánchez que, con su hype (tradúzcase por bombo publicitario) hasta el próximo lunes, nos hace olvidar que gobierna sin presupuestos. Sino a algo mucho más local: la Universidad de A Coruña.
En concreto hablo del cuarto rector perteneciente a la misma corriente que lleva gobernando la universidad coruñesa desde hace 20 años. Ha decidido no presentar por ahora un presupuesto propio tras comprobar que hereda un imprevisto agujero de más de 3 millones. En realidad se trata de una cantidad ridícula para un presupuesto de más de 180. Claro que las magias financieras pueden ocultar otras sorpresas. De todos modos, no es el único motivo por el que ha decidido renunciar a su propias cuentas. También lo explica con el hecho de que se está instalando un nuevo sistema de información contable.
Al margen de este último argumento, que ahorro comentar por sonrojo, provoca perplejidad la decisión. Es como si Rueda se quejara de la herencia de Feijóo. El nuevo rector parece que acusa a sus predecesores de mala gestión pues fueron sus compañeros de agrupación los que consideraron un “buen acuerdo” el modelo de financiación negociado con la Xunta, los que multiplicaron titulaciones sin edificios, manejaron la política de personal o se sumaron a proyectos como la ahora ralentizada Ciudad de las TIC, donde ya hay quien reclama que se trasladen allí grados como Comunicación Audiovisual porque parece que los nuevos platós de Pedralonga es de lo poco que va adelante que requiera presencialidad. Bueno, heredar los resultados de gestión de tu propio “partido” puede ser un circo de tres pistas o tan sencillo como el mecanismo de un chupete. Basta con “prorrogar”.
No obstante, la entrada en vigor el próximo curso de la gratuidad de la matrícula universitaria plantea una oportunidad de renegociación. Aunque las tasas supongan un escaso porcentaje en los ingresos de las universidades, esto implica una alteración en el plan de financiación. Es una oportunidad para el “juego revuelto” que además da foco al problema universitario, entre otras cosas porque los detractores de la medida aprovecharán para criticar públicamente la institución con más o menos fobias o razones. Una es muy contundente: la universidad no mejora por ser más asequible, sino por tener más medios y el mejor personal. Porque la única clave para elevar la calidad de este complejo ecosistema acosado por mil normas son las personas. Planteemos todo desde el inicio. Nuevo presidente en la Xunta, nuevo rector en la Maestranza. Hablemos desde cero. Así de simple. Así de complejo.
Algunos dirigentes se limitan a gestionar el día a día, nadando entre agenda, papeleos, imposiciones y presiones de amigos y enemigos. Les ocurre sobre todo cuando ya llevan un tiempo en el cargo. Cuando llegan, prácticamente ninguno piensa en su propio beneficio y quieren hacerlo bien, dejar huella. En ocasiones, por atrevimiento o ignorancia juvenil, creen que pueden cambiar las cosas, se lanzan y a veces logran dar pasos importantes. Pero un rector nunca es ignorante, casi nunca demasiado joven y nunca debería ser un simple administrador. Porque siendo la Universidad un secular círculo de egos enjaulados en un armatroste burocrático repleto de defectos, sigue siendo el mejor sistema social diseñado hasta ahora para lograr que la humanidad avance. Y la UDC se merece un rector que tome decisiones importantes, sin miedo al enfrentamiento si es necesario. Y sí, lo sé: no es fácil. Nunca lo ha sido. Ojalá ese rector sea Ricardo Cao.