Jesús Risueño (Ciudad Real, 1962) pintor, arquitecto y docente de artes plásticas, que reside en Galicia desde hace más de tres décadas, ha desarrollado una importante trayectoria expositiva y recibido diversos premios y menciones. Ahora trae a la galería Xerión su muestra “Paisajes cromáticos”, en la cual, –como ya dejara patente en su exposición de 2020 “Naturaleza viva”– atestigua su extraordinario dominio de la composición y del color, en cuadros que articula como polifonías de vivo y gozoso cromatismo, que parecen hacer honor a su nombre. Sus obras aparecen construidas a la manera de abiertos puzzles o de mosaicos de fragmentados planos de diferentes tamaños y hechuras y sometidos a una libre geometría que se puede emparentar con aspectos del cubismo, aunque adquieren en él una irrepetible singularidad estructural, en la que, sin duda, tiene bastante que ver su formación de arquitecto, pero que se ve desbordada por una exuberante imaginación y por su dominio de las temperaturas y tonalidades del color; esto unido a la perfecta y rítmica articulación de los planos y a las relaciones de proporción produce visiones sinestésicas que lo aproximan a la música. Obras, como “Paisaje geométrico” atestiguan de esa visión que, aunque se inspire en la realidad, la transforma para convertirla en arte. Esto mismo es aplicable a los cuatro pequeños cuadros que titula “Islas geométricas”, en los que da forma a paisajes inventados, donde las islas están configuradas por cuatro singulares poliedros irregulares que se yerguen sobre un suelo azul claro y contra un profundo cielo azul noche; de este modo, hace dialogar la geometría con las dimensiones cósmicas y establece relaciones entre lo de abajo y lo de arriba. Toda su obra está sometida a un estricto rigor compositivo, pero articulada de tal manera que exhuma belleza y poesía; esto se debe sobre todo al exquisito manejo de los colores complementarios, sobre todo de las armonías y de los contrastes de tonalidades; pero también tiene mucho que ver el equilibrio conseguido por la organización del entramado en forma de variadas retículas que muestran las infinitas posibilidades del arte combinatorio y donde la luz se fragmenta en vibrantes planos que incitan al gozo visual.
La realidad aparece, así, transfigurada por los ojos del creador como una incitación llena de poesía y de misterio, como un rítmico y abierto juego que trasciende las tres dimensiones y nos abre a la cuarta dimensión que es el infinito. Hay, no obstante, algunos cuadros, como “Solpor na praia”, “Baixando ás Catedrais”, “Praia ó mencer” o “Torre de Hércules” donde da una visión de estos rincones conocidos, reinterpretándolos según sus cánones compositivos y cromáticos. En conjunto, toda su obra es un apasionado canto visual, en el que demuestra su altísimo dominio de las temperaturas del color que entonan gozosas e irisadas modulaciones sometidas a riguroso equilibrio formal. Nos devuelve, así, una naturaleza vista con ojos de poeta y recreada por la imaginación.