Estoy seguro de que los españoles estamos más que preparados para aceptar un ejecutivo de izquierda o de derecha, un legislativo de izquierda o de derecha, pero de ningún modo aceptamos un poder judicial de izquierda o de derecha. En nuestra historia reciente todo cambió cuando Sánchez dijo: “De quien depende la fiscalía, pues eso”, ¿qué quiso decir el presidente? Ahora lo entendemos perfectamente, por primera vez en la historia democrática un fiscal general del estado está imputado por el Supremo para ser investigado por unas filtraciones que afectan a un particular y que afectan al secreto profesional al que la fiscalía está obligada con cualquier ciudadano y más cuando se trata de revelar conversaciones entre el abogado y el fiscal de turno. La reacción del gobierno en esta cuestión es llamativa, salieron en tromba a defender al fiscal para mantenerlo en su puesto a pesar de su imputación, con lo que se va a dar una situación absurda que supondrá que un fiscal tendrá que investigar a su propio jefe con lo cual tendrá las manos atadas para desarrollar su función. No hace falta que les diga lo lejos que está la ciudadanía de la política, entre el hartazgo y el cabreo elija usted las razones, pero ya le advierto que ambas posibilidades no son incompatibles entre sí, sin ir más lejos, es mi caso. Harto de unas formas de hacer política que nada tienen que ver con una democracia sana, del insulto y la mentira permanente han hecho un patrón de conducta que indigna. Y cabreado porque no soporto que me tomen por idiota y en eso es especialista la portavoz del gobierno, Pilar Alegría, a la que el apellido debieron de ponérselo para ofender tan feliz sentimiento. La última de esta señora fue afirmar que la maldita Delcy, la bolivariana de Maduro, estuvo en Madrid por “una parada técnica y el descanso de la tripulación”. Toda España sabe que eso no fue así y aunque no sabemos lo que sucedió con las maletas y los lingotes de oro, sí sabemos que nos han mentido y solo sabremos la verdad si Ábalos, Koldo o Aldama sueltan la lengua, alguno lo hará porque la cárcel es muy dura. Lo cierto y verdad es que vivimos el peor momento de la democracia desde el 78, no exagero, a pesar de los casos de corruptelas que hemos conocido de todos los colores, pero entonces se respetaba el espíritu de la transición, del reencuentro y de la concordia, los grandes valores emanados del nacimiento de nuestra Constitución. Hoy esos valores han saltado por los aires de la mano de un PSOE desnortado que solo existe para mantener a Sánchez en el poder al precio que sea y claro, la ETA de Bildu, los separatistas catalanes y los egoístas vascos sacan partido de la situación de debilidad de un presidente dispuesto a todo por seguir. España les importa un pito y si hay que soltar a asesinos etarras pues se sueltan, si hay que ceder soberanía fiscal pues se cede y si hay que trocear España pues se trocea. Todo este cóctel junto está minando cada día la paciencia de los españoles y la polarización, que tanto nos divide, gana terreno cada día para empeorar el diagnóstico de nuestra España enferma. Cuidado con esto, la calle puede reventar en cualquier momento y el ambiente político general puede trasladarse a los ciudadanos y acabar a garrotazos. El que juega con fuego…