El próximo martes se producirá el acto solemne, en la sede de la soberanía nacional, del juramento de la Constitución por la heredera al trono, Leonor de Borbón. La rubia adolescente cumple así con el mandato inexcusable, escrito en la Carta Magna, que la capacita para, el día de mañana, ejercer, tras repetir el juramento, como jefa del Estado.
El acto, que se llevará a cabo con el protocolo previsto y con la ausencia de sus abuelos paternos, dejará también la imagen de algunos escaños vacíos. Son los de esos diputados que en el momento de tomar posesión del escaño aseguraron que respetarían la Constitución “por imperativo legal”.
Como explica muy bien el excelente politólogo Ignacio Varela, su ausencia en el hemiciclo no es una expresión de rechazo a la monarquía sino a la norma básica del Estado de Derecho que los españoles aprobaron en referéndum y que consagra la unidad nacional y la democracia. Los nacionalistas e independentistas, que no asistirán el martes al pleno extraordinario no menosprecian, con su ausencia, a la joven heredera, de comportamiento impecable, ni a su padre. Su pretendido republicanismo no es más que la expresión de su rechazo a la convivencia dentro del marco constitucional.
Si a esto le sumamos el ambiente preelectoral que se vive en el País Vasco y Cataluña, se entiende muy bien lo excepcional de que el PNV decline también su asistencia. Del campeonato independentista de Junts y ERC poco más hay que decir. La elocuente intervención de Felipe VI frente al “procés” cerró a la institución las puertas de Cataluña. Y eso que solo recordó la vigencia de una Constitución que el martes jurará su hija.
La otra ausencia destacada va a ser la del emérito. Significa la ejemplaridad que su hijo quiere dar a la Jefatura del Estado y recuerda que una de las reformas pendientes de la Carta Magna es, precisamente, la modificación de la inviolabilidad de la Corona. Pese a no tener actualmente causas penales abiertas, su ausencia de España y los escándalos que han rodeado su figura, aconsejan que sólo asista a la celebración privada. Su mujer, la reina Sofía, en un acto más de lealtad, tampoco estará en la tribuna.
Frente a los frívolos fastos con que las familias adineradas celebran la mayoría de edad de sus hijas: puestas de largo, fiestas y bailes varios etc. la joven Borbón llega a los dieciocho años en pleno aprendizaje militar y jurando una Constitución que nos representa todos. De momento, impecable.