Me asomo a la ventana y están las parcelas de ayer en la playa. Todos los años la misma historia: jóvenes y no tan jóvenes acaparando los arenales un día antes del gran evento veraniego de la ciudad. Y encima con mal tiempo, el trasero húmedo, las horas interminables, otra Estrella, las futuras luchas territoriales, no me muevas los marcos… cada vez empiezan antes y cada vez las parcelas son más grandes, como si fueran colonos norteamericanos disputando tierras a galope tendido. Ya pasaron años desde que se hacían las lumeradas en el solar del barrio, todo el día carretando maderas y robando carritos de supermercado y palés. Ahora es todo moderno, la madera se reparte, la basura se recoge inmediatamente a partir de las 6 y si te he visto no me acuerdo, salvo las fotos del montón de mierda que recorrerán España con las consabidas manos a la cabeza de todo el mundo como ocurre y ocurrirá siempre. San Juan es un evento que no se puede cambiar, sobre él bascula el núcleo festivo coruñés (bueno, y sobre el Depor, por supuesto) y como evento inamovible, año tras año asistimos a los mismos comportamientos canónicos. Luchas por los marcos, cánticos de hermandad, cajas de Estrella Galicia, salto de la hoguera, ingestión de sardinas asadas con tripa (puag) y pan de brona, algún despistado llamando “cacharelas” a las lumeradas, toque de queda y recogida de campamento entre balbuceos y somnolencia alcohólica.
Ahora es todo moderno, la madera se reparte, la basura se recoge inmediatamente a partir de las 6 y si te he visto no me acuerdo, salvo las fotos del montón de mierda que recorrerán España con las consabidas manos a la cabeza de todo el mundo como ocurre y ocurrirá siempre
Y mientras las gaviotas se darán un buen festín, dejando en paz un rato a las alegres palomas, uno de sus nuevos objetivos. Si se fijan, de un tiempo a esta parte las gaviotas se han hecho vagas. Ya no van a pescar. Ya no se juntan en el agua flotando tranquilamente a la espera de algún pececillo despistado. Ahora han aprendido a cazar palomas con una técnica muy depurada: picotazo y si la palomita tiene suerte, muere pronto, pero a la desalmada gaviota eso le importa poco, el canibalismo sanguinario excita su instinto depredador y se la lleva a algún rincón hasta dejar solo las alas, como si hubiese caído un ángel. De postre la gaviota se llevará alguna tapa o magdalena de una mesa de las cafetería de La Marina, con un grácil revoloteo elegante que le servirá para eludir a sus carroñeras y desagradables amigas de lo ajeno. Quizá con tanta basura en la playa olviden por un día la existencia de las palomas, que siguen ajenas y tranquilas en sus paseos por los jardines alimetándose de miguitas de abuelo. De pan, quiero decir.
Esta semana España ha ganado a Italia y de forma sorprendente se convierte en una de las favoritas para ganar el torneo. También de forma sorprendente Cucurella se ha convertido en el jugador revelación, después de que muchos no dieran un duro por él. Con ese pelo velazqueño y su precisión en el pase ha callado muchas bocas y abierto otras. Esperemos que todo siga bajo control, que ya nos vamos mereciendo una alegría. Y la tristeza de haber perdido a Donald Sutherland, uno de los actores más perturbadores y maravillosos de la historia del cine (no solo salió en “Los juegos del hambre”, por favor, un respeto) a los 88 años. Por lo menos nos deja un hijo en plena forma, Kiefer, que ha heredado de su padre parte del buen hacer actoral y parte de esas facciones tan extrañas e interesantes.
En fin, es la vida. Y mientras tanto, Pedro sigue sin mandarnos más cartas. ¿Se habrá olvidado de nosotros?