Tenerse que encastillarse en IFEMA de Madrid para celebrar un acto con militantes y, para llenarlo, traérselos en autobús (en el recinto no caben más de 5.000) da prueba de la relación que en estos momentos tiene este nuevo partido sanchista, que antes era el PSOE, con la calle. El partido se sigue llamando así pero de él, su tuétano y sus principios, no quedan ni las raspas. De hecho, a quienes lo refundaron y convirtieron en pieza esencial del entramado constitucional y democrático les escupen y tachan, como poco, de dinosaurios y de traidores y desleales. Para tapar que la traición y la ruptura con su propia palabra de ayer mismo, es la suya.
La verdad es que conseguirlo, meter a ese personal en el IFEMA para aclamar a su caudillo y presidente del Gobierno, no les ha tenido que costar mucho. Solo con ministros, secretarios de Estado, directores generales y la parva de asesores (más de mil suman ya estos) ya tenían la mitad del aforo cubierto y desde luego que sobran militantes para eso y mucho mas. Nadie le puede negar a Sánchez que tiene a los suyos rendidos y que les importa nada y menos lo que haga y a quien nos venda. Para ellos no hay otra Patria que la sigla. Ese es otro hecho irrefutable. Pedro Sánchez es el amo y señor del PSOE y no hay allí quien le tosa y, si lo hace, se convierte en un tuberculoso apestado.
Pero la calle es otra cosa. Sus pactos con la única y exclusiva función de que él siga en Moncloa --el bocazas de Óscar Puente, el mejor mulo de su reata, ya lo ha dejado claro por si alguien tenía alguna duda de que ha sido por eso y solo por eso, que si no, ni de coña-- resultan tan hirientes, repulsivos y dolorosos para muy buena parte de la ciudadanía española, que se han abierto las espitas del rechazo público demostrados en las gigantescas manifestaciones que se suceden por todo el territorio y que ya señalan también a todos cuantos les hacen los coros. Y la gente, si lo ve, se lo dice a la cara. Por eso la calle la pisan poco y por eso en vez de las calles de Madrid se fueron al recinto ferial ya por las afueras y a cubierto. No por miedo a la lluvia, sino más bien a la gente.
A un acto publico en un lugar abierto en cualquier plaza de la Castellana, no hace falta que vayan a Colón, no se atreven. Ante todo porque pueden pegar un pinchazo que no lo tape ni la Delegación de Gobierno multiplicando por diez a los asistentes. De hecho lo han tenido que hacer y silenciar que las manifestaciones feministas convocadas la una por ellos y la otra por Podemos, hubo dos el mismo día, tuvieron muy escasa asistencia y en el caso de la socialista, esta fue aún más raquítica. De hecho la tropilla de ministras que llevaba la pancarta se dio el piro a la mitad del recorrido.