La polarización de la sociedad

Cuando nuestra sociedad se tome la molestia de pensar, exigirá responsabilidades a quienes con su manera de hacer política han conseguido polarizar la vida pública abriendo la puerta a la crispación. La Historia nos enseña que el pasado es prólogo y desde ese reconocimiento no deberíamos olvidar la triste memoria de confrontación que jalona la trayectoria de nuestro país. Al aprobar una Constitución esencialmente inclusiva creíamos haber logrado un punto y a parte definitivo al fantasma de las dos Españas.


En líneas generales se consiguió hasta la llegada de la “visita del rencor” que aparejaban los primeros discursos de los líderes de Podemos. “El miedo tiene que cambiar de bando” proclamaba Pablo Iglesias, un líder populista que consiguió llegar a ser vicepresidente del Gobierno aprovechando primero la moción de censura que urdió contra Rajoy y facilitó a Sánchez la llave de La Moncloa, y después la precariedad parlamentaria del PSOE. Ya se ha olvidado -ahora qué los socialistas se quejan, con razón, del diario acoso a la sede central de su partido en Madrid- de que fue Iglesias, socio suyo principal durante los últimos cuatro años, quien pretendió blanquear los escraches con la peregrina teoría de que eran “jarabe democrático”.


En España se olvidan rápidamente las cosas. Y hacia el olvido se encamina el recuerdo de los delitos de odio -quema de retratos del Rey y de Manuel Marchena- perpetrados en Barcelona y otras ciudades de Cataluña en los días delllamado tsunami democrático, que ahora serán olvido gracias a la ley de amnistía que Pedro Sánchez pactó con el prófugo Carles Puigdemont.


Vamos mal. Cuando la memoria es selectiva se quiebra un principio esencial: la ley deber ser igual para todos. Iglesias desapareció de la primera fila pero dejó un legado que ha hecho suyo Pedro Sánchez en orden a la filosofía que justifica y renueva el llamado “cordón sanitario” que persigue impedir cualquier acuerdo con el Partido Popular. Al proclamar Sánchez en la sesión de investidura que había que levantar un muro para cerrar el paso a las formaciones de derechas -contando con el apoyo de los partidos que se declaran contrarios a la Constitución- han revitalizado el espíritu cainita que empaña nuestra convivencia. Sin alternancia, no hay democracia. El día que reflexionemos sobre este aspecto esencial de la política se rebajará la crispación y devolveremos el significado del término “polarización” al dominio de la Física del que proviene y del que nunca debería haber salido.

La polarización de la sociedad

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