El “basta ya” de Aznar y la manifestación convocada por el PP para el domingo 24 contra la amnistía a título preventivo puntúa en la carrera de sacos con Vox por la primacía de la derecha española. De acuerdo. Pero dispara con pólvora mojada contra Sánchez y alrededores.
El expresidente denuncia un supuesto “proceso de autodestrucción nacional” y Feijóo agita la calle (la anunciada manifestación y las previas concentraciones ante los Ayuntamientos) antes de intentar la investidura los días 26 y 27 de septiembre. Lo uno y lo otro se inspira en un temerario proceso de intenciones al Gobierno provisional de Sánchez y, sobre todo, a la parte socialista del mismo.
O sea, un “por si acaso”. Por si acaso la amnistía. Del mismo modo que, desde el otro lado de la barricada, el PSOE llegó hasta el Tribunal Constitucional por si acaso se había hecho incorrectamente el recuento de los votos nulos en Madrid. Maldita política del “por si acaso”, que se alimenta del limbo especulativo que mueve el tablero desde las elecciones generales del pasado 23 de julio.
Del mismo modo que el TC frenó tan osada desconfianza en el sistema electoral español -incluidos los magistrados llamados “progresistas”, que son mayoría-, la opinión pública y las instituciones frenarán el salto al BOE de una eventual ley de amnistía como trampolín de Sánchez para seguir en la Moncloa reeditando el llamado Gobierno Frankenstein.
Es mi apuesta. Por supuesto, documentada en numerosas señales captadas durante las últimas sesenta y dos horas, ya vista la indolencia popular del fracturado independentismo en las marchas del 11 de septiembre. Fue la gota que colmó el vaso para que el PSOE supiera que le estaba haciendo mucho daño fantasear con una gobernabilidad del Estado basada en las exigencias de un prófugo de la Justicia cuya misión en la vida es dinamitar el “andamiaje” de ese Estado, como dijo Marín Castán, presidente del TS en la solemne apertura del año judicial.
Antes de descubrir los riesgos de ceder a las exigencias de Puigdemont, que ni siquiera fue respaldado durante la Diada, y antes de que el presidente de la Generalitat las criticara públicamente (confrontación y unilateralidad “no sirven de nada”, dijo Aragonés), Moncloa y Ferraz ya habían interiorizado que lo de la amnistía hiere la sensibilidad del ciudadano, como ciertas imágenes truculentas hieren la del espectador.