Cierto: prácticamente todo está dicho sobre lo que ocurrirá el miércoles tras el debate de investidura de Alberto Núñez Feijoo que comienza este martes. Incluso se han adelantado las líneas maestras de su discurso, que, en principio, no contiene grandes sorpresas, pero podría contenerlas. Comprendo que usted, lector, esté aburrido de más de lo mismo: Feijoo no ganará, llega la hora de Pedro Sánchez, difícil papeleta para el Rey, a ver qué pasa en las filas del PP tras la derrota parlamentaria del líder. Y, sin embargo, hay un aspecto que he visto poco reflejado: por qué este fracaso en la investidura le va a venir bien al presidente del PP y líder de la oposición.
¿Por qué? Primero, porque va a poder exponer, de una vez y se supone que sin marchas hacia atrás y hacia adelante, con al menos cinco millones de espectadores pendientes de sus palabras, un programa de Gobierno, aunque sea para dentro de, digamos, un par de años. Hay que confiar en que sea un programa de moderación, más de colaboración que de combate , con ideas nuevas y modernas. Y segundo, porque el fracaso de su investidura le va a ayudar a expresar y diseñar ese programa... sin Vox. Una vez derrotado en la Cámara Baja, Feijoo se verá liberado de la necesidad de contar con el apoyo numérico de Vox, que le ha perjudicado hasta ahora mucho más que beneficiado. Y podrá presentar al PP tal como es, o como pienso que él cree que debe ser, una formación capaz de abarcar el centro-derecha y el centro-izquierda, que dé cabida a los desencantados del ‘pedrismo’ (más que del ‘sanchismo’). Y que ilusione a la ciudadanía, cosa que, por muy numerosas que sean las manifestaciones de apoyo, hoy no ocurre.
¿Será capaz, con estos mimbres, de alcanzar alguna vez una mayoría para gobernar? La respuesta sería: ¿por qué no? La mayoría forjada por Pedro Sánchez es, y será, claramente inestable; ahí es nada una veintena larga de partidos, con el de Waterloo a la cabeza, opinando sobre cada paso que dé el Ejecutivo, presionando para obtener parcelas de poder e influencia y tratando de imponer sus puntos de vista en materias tan dispares como la política internacional y territorial, las relaciones entre los poderes, la reforma de la Constitución o incluso la forma del Estado. Sospecho que ni alguien con las habilidades ‘dribladoras’ de Sánchez será capaz de sostener mucho tiempo semejante andamiaje, máxime con el Senado, once autonomías, 172 escaños en el Congreso, la patronal, los jueces, bastantes medios y los sondeos, para lo que valgan como reflejo de la opinión pública, en contra.
Pienso que para Feijoo lo urgente ahora, como decía Cabanillas, es esperar, como al PP le queda no ponerse nervioso con el fracaso parlamentario, que podría ser un éxito dialéctico si lo sabe hacer bien, de su líder. Uno no es nadie para dar consejos, desde luego, pero entiendo que el PP ha de desembarazarse del aliento de Vox en la nuca. La formación de Abascal, sin duda respetable, estemos o no de acuerdo con una mayoría de sus postulados, ha de encontrar su propio camino, con formas más suavizadas y dialogantes, sin desplantes ni abandonos de la Cámara, con mayor y mejor aceptación de los medios, de los postulados feministas y europeístas, de lo que piensen sus contrarios en general y una parte considerable de los catalanes en particular.