Vox está en su perfectísimo derecho de presentar otra moción de censura contra Sánchez y el señor Tamames de aceptar ser su candidato a presidir el gobierno de la Nación. Santiago Abascal y él tendrán sus razones y sus porqués aunque sepan, eso es evidente, que carece de opción alguna de prosperar. Es cosa suya.
Pero habrán de comprender, al menos, que de la misma manera que tal derecho les asiste, y nadie les niega, tienen los demás, y pongamos que hablo del PP, el suyo de no estar obligados a apoyarles e ir de su ramal. Y eso es lo que no solo no parecen entender sino, muy al contrario, pretenden establecer e imponer como marco excluyente. Si no les apoyan serán... y aquí pongan los epítetos más estruendosos y descalificadores que se les ocurran que se quedarán cortos y que alcanzarán no solo a ellos sino a cualquiera que se atreva a opinar críticamente sobre la oportunidad de la la moción. Pasará de inmediato a ser un ser abyecto y despreciable al que no solo esta permitido sino que es perentorio insultar y escarnecer. Miren lo que ha pasado con algún periodista a quien tenían en un altar o dense una vuelta por las redes y lo comprobarán.
Es este comportamiento, que aunque les rechine comparten con el otro extremo, es el que les está enajenando el ganar espacio y reduciendo el que de manera tan fulgurante lograron alcanzar. Y no les vendría mal el observar lo que a otros, que también subieron como cohetes, les pasó.
No tienen ahora delante, además, al que tuvieron la vez anterior, aquel Casado que les hizo el gran favor con su desquiciado discurso contra Abascal, sino a un Feijóo que no tiene ninguna intención de entrar en barrizal alguno sino que está en lo suyo y que lo tiene fácil explicar: ganarle a Sánchez las elecciones de mayo es lo que toca ahora. Es en lo que hay que poner toda la energía y empeño y cómo de veras se le puede comenzar a echar y no perdiendo una moción de censura contra él.
Entonces, y en buena parte por aquello, a Vox la jugada no le salió mal, aunque a Sánchez aún le viniera mejor. En esta ocasión no empieza a pintar así y sin haber empezado todavía el baile, sino bastante al revés. Aunque los muy ardorosos militantes salgan en tromba a cazar pajaritos a pedradas en twitter a quien ose decir palabra en contra o hasta dudar, hay un amplísimo sentir, en quienes ansían el fin del gobierno sanchista-podemita, de que se hace a destiempo, y amén de no tener opción alguna, más que ayudar, entorpece y deshilacha.
Esta percepción, que emerge cada vez más, de que Vox en vez de ser útil, empiece a estorbar puede resultar muy nociva para ellos. La ristra de sucedidos, el torpedeo a Ayuso y Almeida en Madrid, votando con PSOE y extrema izquierda y dejando a Comunidad y capital sin presupuestos, el desbarre en Castilla y León y el fiasco andaluz, empieza a pesar en algunas voluntades.
Como también rasca cada vez más esa soberbia y prepotente actitud, creciente marca y seña de muchos de ellos, que consiste en describir como escoria a quien no comparte la totalidad de sus propuestas y modos.
Esa consigna que no paran de proclamar y pregonar por doquier de “Solo queda Vox” se les puede tornar en un “Vox se queda solo”, que no es precisamente igual.