A qué jugamos? Diga esta frase con ilusión y se dará cuenta de que hace muchos años que no la pronuncia. Se lo decíamos a nuestros amigos e incluso a nuestros desconocidos. ¿Jugamos a algo?, ¿quieres jugar conmigo? La sencillez y la claridad con la que nos comunicábamos de niños facilitaría mucho las cosas si la siguiésemos empleando de adultos. Claro que para lograrlo deberíamos aspirar solo a jugar, a pasárnoslo bien. No a ganar nada ni engañar a nadie, ni mucho menos a nuestro compañero de juego. Me argumentarán ustedes que la vida no es un juego. Que, como diría Disciépolo, el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. Pero, qué quiere que le diga, el domingo hay elecciones. Así que vale casi cualquier verso del tango, por ejemplo: todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor.
Durante esta campaña desganada y al ralentí, los partidos han estado jugando con nosotros sin pedírnoslo. Con plena consciencia de haber cometido un error gordo de base pero sin reconocerlo y disimulando. El PP ha cometido el error de tener un candidato sin carácter para el puesto. El BNG ha cometido el error de mantener un programa trasnochado. El PSOE, no arreglar las cuitas internas antes de lanzar a su “Messi”. Y Sumar y Podemos, el error de tocar las narices a la izquierda con más divisiones. Algo parecido al pillo de Jácome, que trata de aprovechar el error de sistema que tiene nuestra democracia: el territorialismo. Y toca las narices a los conservadores.
Entonces, ¿a qué jugamos? Esta misma frase, pronunciada con el cabreo de perder la paciencia, suena muy diferente a la invitación infantil. ¿A qué están jugando los partidos en Galicia? Salvo el argumento de que todo siga igual o el de “ya es hora de que te vayas tú para volver nosotros”, resulta imposible ilusionarse emocionalmente, imposible convencerse racionalmente, imposible visualizar a alguno de ellos con un equipo lo suficientemente sólido como para gestionar más de trece mil millones, con alguna intención estratégica que vaya más allá de ocupar el poder.
Aunque a veces ni eso. Porque parece que algunos no quieren ganar. Si el PP presentase a otro candidato con más energía y menor timidez mantendría la inercia popular sin demasiado esfuerzo. El BNG crecería mucho más si se refundase en la línea lo que aparenta Pontón, es decir, izquierda contemporánea, no catecismo integrista de nacionalismo extremo, ni guerra idiomática, ni extravagancias “indepes” a lo catalán. En cuanto a los socialistas, ¿de verdad Besteiro juega a ser vicepresidente de Pontón? Claro que, antes de aspirar a más, tendría que arreglar su partido, sin necesidad de recurrir a fichajes de última hora intentando dar brillo a unas listas algo extrañas.
Al margen del resultado del domingo, podrían empezar a corregir esos errores. Pero como mucho lo hará el PP si no gobierna eligiendo un líder con más pegada. Si logra la mayoría absoluta, creerá que lo ha hecho bien. Y el BNG, aunque pierda, festejará su crecimiento sin entender el mensaje. Y el PSdeG pensará que Besteiro no tuvo tiempo, que para la siguiente quizá…
Lo malo es que, si gana, el PP mantendrá su errática política en sanidad, educación, industria… Y es posible que un bipartito gobernando vuelva a sus odios ancestrales, peleándose por colonizar hasta las federaciones deportivas, como en el 2005. Así que lo mejor sería que perdieran todos. Y reconocieran sus errores. Ya, dos cosas imposibles.
En fin, voten ustedes bien. Ojalá este juego nos devuelva la ilusión.
PD: Hablando de errores, reconozco uno mío. La semana pasada escribiendo sobre Barbie cité a Mel Ferrer como uno de sus protagonistas. Obviamente era Will Ferrell. Lo bueno es que no me presento a las elecciones.